Ustedes seguramente me disculparán que para la celebración del triunfo de España en el Campeonato del Mundo de Fútbol por primera vez en su historia recurra al vídeo que reproduce el gol de Iniesta, la guinda que va encima del pastel. Y lo ha marcado un superclase de origen manchego, alguien que siguiendo la senda de la humildad lo ha conseguido. Alguien que no ha tenido que venir de allende las fronteras, de esos que han contribuido a dejar nuestras arcas exhaustas de euros.
La otra imagen es la del capitán del equipo, Casillas, besando a su novia, Sara Carbonero. Ambos han tenido que sufrir lo suyo, incluso la periodista el asedio, digno de mejor causa, de parte del presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, Sr Urbaneja, que ahora naturalmente recogerá velas. Casilla, además, por haber sido uno de los héroes de la final, él que fue tan discutido por los enterados de turno, al habernos ofrecido un par de sus acostumbrados milagros. Debido a ello y al haberse liberado de la enorme tensión de los últimos meses, es el que más ha llorado.
Y terminando, porque es imposible concentrarse ante el ruido ensordecedor en calles y plazas de los aficionados de todas las edades disfrazados y tatuados de los colores rojo y amarillo, y como este blog al final acaba tirando para el pintoresco monte en que está asentada nuestra fauna política traemos una imagen de aficionados barceloneses orgullosos de que su autentica nación sea campeona del Mundo. Ignoramos si Montilla , Pujol, los CIU y los ERC habrán brindado con cava por el triunfo de España y si se habrán fijado que jamás hubo en Barcelona tantas banderas españolas en los balcones, más incluso que cuando Franco la visitaba o que tantos millones de ciudadadanos que siempre han pasado del fútbol hayan cantado esta tarde noche ¡soy español, español, español, etc !. Seguramente algunos me tacharán de “españolista”, pero qué le vamos a hacer si me lo pide el cuerpo
