The Daily Telegraph denuncia los excesos de la Cumbre Climática

cambio climático

Si fracasa la cumbre de Copenhague contra el cambio climático, este es uno de los efectos que sufrirá el planeta:

“De aquí a entre veinte y treinta años, podremos atravesar el Océano Ártico durante el verano. El Polo Norte habrá desaparecido como tal. Como nadie ignora, sus casquetes polares ahora derretidos habrán contribuido a acelerar la subida del nivel del mar. En 1960, los mares empezaron a ganarle a la tierra 1,8 milímetros al año. A partir de 1991 han sido 3,3. A finales de siglo el nivel del mar habrá aumentado 59 centímetros”

No obstante, los asistentes a esta cumbre contra el cambio climático, según  The Daily Telegraph,  generarán más dióxido de carbono que una ciudad e 200.000 habitantes: Los mejores hoteles están completos, ultimando los preparativos de las vieiras, el foie gras y caviar :

“Copenhagen climate summit: 1,200 limos, 140 private planes and caviar Hedges. Copenhagen is preparing for the climate change summit that will produce as much carbon dioxide as a town the size of Middlesbrough”

En el gran fiestorro los que pretenden salvar al planeta están celebrando por anticipado que van a conseguir los objetivos o se van a consolar por que no se consigan los objetivos, según nos cuenta el influyente diario británico: “Alrededor de 140 jets privados  aterrizarán en el aeropuerto de Copenhague, cuyos hoteles más lujosos están al completo desde que se anunció la cumbre. Según su propio manifiesto, esta reunión de «expertos y líderes mundiales» quiere «salvar al mundo» del cambio climático, para lo que los restaurantes ya se abastecen de caviar y foi gras.

Se emplearán 1.200 limusinas y sólo 5 coches eléctricos o híbridos.
Los hoteles, todos completos por el módico precio de 720 euros la noche, preparan un menú digno de la Cumbre Climática ( y que sin duda será «sostenible»): » vieiras, foie gras y esculpido de caviar. Se dice en Telegraph que «siendo un país escandinavo, incluso las prostitutas están aportando su pedacito de arena por la causa climática, haciendo algo por el planeta». Y aunque los directivos del Consejo han recomendado a los delegados no comprar sexo el sindicato de estas sufridas trabajadoras han contraatacado anunciando que “sus trabajadoras darán sexo libre a cualquier persona que tenga una pase de delegado de la Conferencia contra el Cambio Climático”. Aquí el problema es que, conocida la picaresca española, comiencen a circular carnés falsificados para avispados compatriotas que para más INRI, en la intimidad no creen en el más que evidente cambio climático, que en todo caso lo consideran como algo remoto, y sí en la compañía  de las meretrices prohibidas por los directivos.

En España, medios como Libertad Digital, bastante críticos contra las teorías del cambios climático-que hoy se hacen eco de  los pronósticos fallidos de la cúpula climática sobre el deshielo del Ártico- al parecer no pueden disimular su contento por las noticias que vienen de la capital danesa, y así uno de sus más brillantes colaboradores, Pablo Molina, escribe: “Yo también quiero salvar al mundo”

“Yo también quiero salvar a la humanidad, siempre que los gastos de mi esfuerzo corran a cargo de los demás, porque no está bien que los protagonistas de la hazaña tengan que asumir los costes del salvamento.

Salvar al mundo es un trabajo duro y una tarea doblemente penosa si para preservar la vida en el planeta tienes que luchar contra el capitalismo, principal enemigo de la humanidad como es bien sabido al menos desde Carlos Marx. Ahora bien, lo primero que necesitas para vencer en esta batalla es saber cómo se comporta el enemigo, cuáles son sus puntos fuertes y cuáles sus debilidades, y para eso es imprescindible transformarte en agente del adversario y camuflarte en sus filas para convivir como un capitalista más, que es precisamente lo que hacen los calentólogos de profesión.

Los progres que han decidido tomar parte en esta batalla contarán siempre con la gratitud del resto de mortales, porque si hay algo que a un tipo de izquierdas le repugne especialmente es hacer como que disfruta de las bondades del sistema que busca destruir. Y ahí los tienen, sufriendo día tras día los rigores del capitalismo salvaje, soportando un tren de vida que a la mayoría de seres humanos por fortuna nos está vedado, viajando por todo el mundo, alojándose en asquerosos hoteles para ricos y comiendo manjares de todo tipo que seguramente incluyen sustancias transgénicas a quinientos euros el menú. Toda una tortura diaria que, sin embargo, los salvadores del mundo soportan con admirable estoicismo.

Ahora andan por Copenhague, dando un nuevo ejemplo de sacrificio puesto que la cumbre contra el calentón global podría haberse organizado perfectamente en Brasil o en el Caribe, lugares más templados ya que del calentamiento se trata; pero no, la han convocado en el norte de Europa para que todos veamos en ellos un ejemplo añadido de abnegación. No sólo eso. Conociéndolos son capaces de poner los radiadores de las suites hoteleras al mínimo y decirle a los chóferes de las mil doscientas limusinas que no dejen el motor y la calefacción en marcha mientras se reúnen para acabar con el calentón global, el mismo que todavía no ha aparecido por tierras danesas pero que llegará sin duda para vaporizar la corrupta civilización que lo ha provocado.

Yo también quiero salvar a la humanidad, siempre que los gastos de mi esfuerzo corran a cargo de los demás, porque no está bien que los protagonistas de la hazaña tengan que asumir los costes del salvamento. Y si hay que viajar en jet privado, usar limusina y contaminar como una manada de vacas a dieta de repollo se hace sin rechistar. Como los titanes de Copenhague, voluntarios desinteresados dispuestos a soportar todas las fatigas que conlleva esta batalla definitiva contra el neoliberalismo depredador. ¡Pero si hasta han decidido que ni siquiera van a ir de putas! ¿Son unos héroes o no?”

2 comments

  1. JM de la Viña nos envía el siguiente comentario:

    «…Parece que en la cumbre de Copenhague se va a utilizar artillería pesada y algunas malas artes por parte de los que no tienen más razón ni mejor argumento que la estulticia. Se ha publicado estos días en diferentes medios sobre todo extranjeros, como el Wall Street Journal o el Washington Post, que unos piratas informáticos han robado y publicado en Internet correos electrónicos e información bastante sorprendente procedente del Climatic Research Unit de la Universidad de East Anglia, centro de referencia sobre el cambio climático en el Reino Unido, que dejan en mal lugar a algunos de los más prominentes gurús del cambio climático. Parece ser que a más de uno se le podría haber visto el plumero con cuestionables prácticas y manifestaciones que intentaban silenciar a los que niegan el fenómeno del cambio climático o no comulgaban con sus tesis. Y a los contrarios se les ve regocijarse por ello sin mejor argumento que un “ya lo decía yo” que afiancen sus postulados opuestos. Tal para cual.

    Hay mucha gente en este mundo, demasiada también en ambientes universitarios y académicos, con cómodas orejeras mentales y repletas de inmóviles ideas preconcebidas (e intereses personales) que no están dispuestos a dar agua al enemigo. A aprender y a evolucionar, en definitiva. Todo el que no esté de acuerdo con los postulados propios es un peligro que hay que atajar y hacer callar. Todo el que diga algo que no concuerde con sus mandamientos tecno-religiosos es un hereje científico y debe ser excomulgado. No se trata de pretender conocer la verdad sobre algo equivocándose cien veces por el camino como todo investigador que se precie. Tan solo de mostrar que el iluminado de turno está en posesión de la verdad. Vamos, que si Galileo levantara la cabeza vería un ambiente no muy diferente al que él padeció, cuatrocientos años después.

    ¿Está el cambio climático provocado por el hombre?

    Para algunos, todo debate se reduce a si el fenómeno del cambio climático es de origen antropogénico –provocado por el hombre- o debido a causas totalmente naturales. Aunque es imposible contestar de forma precisa y contundente, lo que sí se sabe es que el hombre influye, aunque sea poco. Está demostrado que la deforestación de grandes extensiones de árboles, o la desecación de lagos o superficies húmedas, modifican el clima local de forma permanente. En el Mar de Aral, su casi desaparición ha cambiado para siempre el clima de la zona, empobreciendo a sus habitantes y, peor aún, haciéndolos enfermar. O vayan a las Tablas de Daimiel y pónganse a hacer mediciones climáticas. El hombre influye con su actuación aunque sea infinitesimalmente; pero seguro que nuestros amigos asiáticos piensan que algo más. Con lo que aquellos que afirman que el cambio climático de origen antropogénico es imposible están equivocados. Se puede discutir únicamente la escala, llegando a la segunda pregunta: ¿Cuánto? ¿Un uno o un noventa por ciento? ¿Es la acción del hombre capaz de modificar el clima global del planeta? ¿O solo de manera local o regional como hemos enunciado antes? ¿Cuál será el efecto real del aumento del CO2?

    ¿O la respuesta no es concluyente?

    De momento no tenemos respuestas concluyentes. Hay tan solo gran cantidad de evidencias, percepciones, experimentos, modelos e investigaciones parciales de multitud de fenómenos realizadas con rigor, a pesar de sus limitaciones y problemas de método, que se inclinan hacia el sí, aunque no se pueda demostrar de momento de una manera totalmente fehaciente e inequívoca. Ni mucho menos en qué proporción. Lo cual no quiere decir que no exista. Tan solo indica que seguimos siendo una civilización bastante ignorante, corta de conocimientos y de entendederas limitadas, aunque sobrada de soberbia. Y a eso se agarran los tecno-fanáticos de uno y otro bando, cada uno con sus propias orejeras mentales y sus intereses, a los que la búsqueda de la verdad, cualquiera que sea, les importa un comino. Se trata tan solo de cumplir con los mandamientos que su catecismo ideológico les impone. O su bolsillo. Y por eso abundan tanto los gurús proféticos de uno y otro bando que hacen tanto ruido, mientras engordan la hucha, con afirmaciones rotundas acerca de su verdad a la vez que atacan sin piedad al contrario. Actitudes que los descalifican pero que muchos incautos sin criterio se tragan.

    En este mundo idiota que nos ha tocado vivir el que no impacta con sus declaraciones no vende. El sensato y el prudente nunca llaman la atención. Es este un mundo superficial y mezquino dominado por los intereses creados que solo pide titulares, cutrez, sensacionalismo, salidas de tono y, sobre todo, compra, compra, compra. El fondo del asunto no importa. Se trata de vender a cualquier precio o de defender los intereses de los que pagan por difundir determinadas actitudes; de los que tienen unos intereses a menudo inconfesables e intoxican a la crédula audiencia con el fin de sacar tajada de ello.

    Y con el cambio climático no iba a ser diferente. Da igual ser calentólogo o negacionista. El objetivo es el mismo. Y el que no es estridente no sale en la foto ni aparece en los medios. Hay, desgraciadamente, demasiados fieles, partidarios de ambas tecno-religiones, que adoran a estos modernos ídolos paganos que, a cambio de sus profecías, engordan sus propios becerros de oro sin importarles para nada el rigor. Lástima de educación.

    El futuro está minado de retos…

    ¿Que tendremos que enfrentarnos los próximos decenios y siglos a enormes retos? Creo que eso pocos lo dudan. El crecimiento económico infinito disponiendo de recursos ilimitados, tal como está planteado hoy aquí, en nuestro pequeño y finito planeta azul, es imposible, mientras no cambiemos las pautas que rigen el crecimiento actual. ¿Qué parece ser que los próximos decenios van a aumentar las temperaturas en nuestro planeta cualquiera que sea la influencia del hombre? ¿Qué la contaminación, la destrucción de ecosistemas, la escasez de agua, el agotamiento de recursos naturales y energéticos, o la desaparición de especies animales y vegetales no es un hecho? ¿Qué la biodiversidad, nuestro entorno existencial, no se está reduciendo y empobreciendo preocupantemente? ¿Qué, como sigamos así, nuestro planeta no se acabará convirtiendo en una Isla de Pascua más, rodeados de moais que no se comen y nada más, dentro de doscientos o de quinientos años, qué más dará?

    Hacia eso se decantan los científicos más solventes, aún a riesgo de equivocarse, y sin pretender estar en posesión de la verdad. Que traerá consecuencias. Para muchos muy graves; para otros algo menos; y hasta alguno con suerte saldrá beneficiado, no precisamente nuestra maltratada piel de toro, gracias a la lotería geográfica de vivir en algún lugar que vaya a disfrutar de consecuencias benignas como pueden ser algunos lugares del Norte de Europa. Ahora se trata de identificar y de pensar en cómo resolver los problemas venideros, aunque solo sea por si acaso. De ver cómo nos adaptamos a un mundo alocado y furiosamente cambiante y a un futuro, por nuestra culpa, cada día más incierto. Hay ya cientos de estudios serios e investigaciones que, aunque parciales, poco a poco van proporcionando una imagen cada vez más completa y global de hacia dónde nos dirigimos si seguimos con nuestra autocomplacencia casi religiosa. Mientras tanto, parece que no somos conscientes de que nuestra tecnología sigue coja; de que es todavía muy primitiva y elemental para desgracia de los tecno-fanáticos que piensan que acabará arreglando todos nuestros desaguisados de hoy. Está todavía por demostrar que alcanzaremos un nivel tecnológico que nos ayudará a conservar la biodiversidad de nuestro planeta, libre de contaminación, y que nos facilitará el acceso a energía suficiente para siempre, a la vez que nos permitirá mantener a todos un nivel de vida digno, por los siglos de los siglos, sin tener que preocuparnos nunca más de las consecuencias futuras de nuestras acciones presentes, llámense emisiones, contaminación o agotamiento de los recursos naturales.

    …aunque algunos dediquen su existencia a debates estériles

    ¿Lo conseguiremos? Solo un fanático tecno-religioso, bien sea pro calentamiento o negacionista, lo puede asegurar. La Humanidad se enfrente a innumerables retos que todavía no sabemos cómo resolver. Mientras tanto, a continuar con los debates estériles e interesados mientras algunos trabajan para prevenir los amenazantes nubarrones que se avecinan y, de paso, por un futuro algo menos contaminado y más limpio.»

  2. Desde el luego el post y su contenido resulta un tanto frívolo a juzgar por lo que en otro comentario nos dice JM de la Viña y que complementa el anterior de JM de la Viña:

    «…Parece que en la cumbre de Copenhague se va a utilizar artillería pesada y algunas malas artes por parte de los que no tienen más razón ni mejor argumento que la estulticia. Se ha publicado estos días en diferentes medios sobre todo extranjeros, como el Wall Street Journal o el Washington Post, que unos piratas informáticos han robado y publicado en Internet correos electrónicos e información bastante sorprendente procedente del Climatic Research Unit de la Universidad de East Anglia, centro de referencia sobre el cambio climático en el Reino Unido, que dejan en mal lugar a algunos de los más prominentes gurús del cambio climático. Parece ser que a más de uno se le podría haber visto el plumero con cuestionables prácticas y manifestaciones que intentaban silenciar a los que niegan el fenómeno del cambio climático o no comulgaban con sus tesis. Y a los contrarios se les ve regocijarse por ello sin mejor argumento que un “ya lo decía yo” que afiancen sus postulados opuestos. Tal para cual.

    Hay mucha gente en este mundo, demasiada también en ambientes universitarios y académicos, con cómodas orejeras mentales y repletas de inmóviles ideas preconcebidas (e intereses personales) que no están dispuestos a dar agua al enemigo. A aprender y a evolucionar, en definitiva. Todo el que no esté de acuerdo con los postulados propios es un peligro que hay que atajar y hacer callar. Todo el que diga algo que no concuerde con sus mandamientos tecno-religiosos es un hereje científico y debe ser excomulgado. No se trata de pretender conocer la verdad sobre algo equivocándose cien veces por el camino como todo investigador que se precie. Tan solo de mostrar que el iluminado de turno está en posesión de la verdad. Vamos, que si Galileo levantara la cabeza vería un ambiente no muy diferente al que él padeció, cuatrocientos años después.

    ¿Está el cambio climático provocado por el hombre?

    Para algunos, todo debate se reduce a si el fenómeno del cambio climático es de origen antropogénico –provocado por el hombre- o debido a causas totalmente naturales. Aunque es imposible contestar de forma precisa y contundente, lo que sí se sabe es que el hombre influye, aunque sea poco. Está demostrado que la deforestación de grandes extensiones de árboles, o la desecación de lagos o superficies húmedas, modifican el clima local de forma permanente. En el Mar de Aral, su casi desaparición ha cambiado para siempre el clima de la zona, empobreciendo a sus habitantes y, peor aún, haciéndolos enfermar. O vayan a las Tablas de Daimiel y pónganse a hacer mediciones climáticas. El hombre influye con su actuación aunque sea infinitesimalmente; pero seguro que nuestros amigos asiáticos piensan que algo más. Con lo que aquellos que afirman que el cambio climático de origen antropogénico es imposible están equivocados. Se puede discutir únicamente la escala, llegando a la segunda pregunta: ¿Cuánto? ¿Un uno o un noventa por ciento? ¿Es la acción del hombre capaz de modificar el clima global del planeta? ¿O solo de manera local o regional como hemos enunciado antes? ¿Cuál será el efecto real del aumento del CO2?

    ¿O la respuesta no es concluyente?

    De momento no tenemos respuestas concluyentes. Hay tan solo gran cantidad de evidencias, percepciones, experimentos, modelos e investigaciones parciales de multitud de fenómenos realizadas con rigor, a pesar de sus limitaciones y problemas de método, que se inclinan hacia el sí, aunque no se pueda demostrar de momento de una manera totalmente fehaciente e inequívoca. Ni mucho menos en qué proporción. Lo cual no quiere decir que no exista. Tan solo indica que seguimos siendo una civilización bastante ignorante, corta de conocimientos y de entendederas limitadas, aunque sobrada de soberbia. Y a eso se agarran los tecno-fanáticos de uno y otro bando, cada uno con sus propias orejeras mentales y sus intereses, a los que la búsqueda de la verdad, cualquiera que sea, les importa un comino. Se trata tan solo de cumplir con los mandamientos que su catecismo ideológico les impone. O su bolsillo. Y por eso abundan tanto los gurús proféticos de uno y otro bando que hacen tanto ruido, mientras engordan la hucha, con afirmaciones rotundas acerca de su verdad a la vez que atacan sin piedad al contrario. Actitudes que los descalifican pero que muchos incautos sin criterio se tragan.

    En este mundo idiota que nos ha tocado vivir el que no impacta con sus declaraciones no vende. El sensato y el prudente nunca llaman la atención. Es este un mundo superficial y mezquino dominado por los intereses creados que solo pide titulares, cutrez, sensacionalismo, salidas de tono y, sobre todo, compra, compra, compra. El fondo del asunto no importa. Se trata de vender a cualquier precio o de defender los intereses de los que pagan por difundir determinadas actitudes; de los que tienen unos intereses a menudo inconfesables e intoxican a la crédula audiencia con el fin de sacar tajada de ello.

    Y con el cambio climático no iba a ser diferente. Da igual ser calentólogo o negacionista. El objetivo es el mismo. Y el que no es estridente no sale en la foto ni aparece en los medios. Hay, desgraciadamente, demasiados fieles, partidarios de ambas tecno-religiones, que adoran a estos modernos ídolos paganos que, a cambio de sus profecías, engordan sus propios becerros de oro sin importarles para nada el rigor. Lástima de educación.

    El futuro está minado de retos…

    ¿Que tendremos que enfrentarnos los próximos decenios y siglos a enormes retos? Creo que eso pocos lo dudan. El crecimiento económico infinito disponiendo de recursos ilimitados, tal como está planteado hoy aquí, en nuestro pequeño y finito planeta azul, es imposible, mientras no cambiemos las pautas que rigen el crecimiento actual. ¿Qué parece ser que los próximos decenios van a aumentar las temperaturas en nuestro planeta cualquiera que sea la influencia del hombre? ¿Qué la contaminación, la destrucción de ecosistemas, la escasez de agua, el agotamiento de recursos naturales y energéticos, o la desaparición de especies animales y vegetales no es un hecho? ¿Qué la biodiversidad, nuestro entorno existencial, no se está reduciendo y empobreciendo preocupantemente? ¿Qué, como sigamos así, nuestro planeta no se acabará convirtiendo en una Isla de Pascua más, rodeados de moais que no se comen y nada más, dentro de doscientos o de quinientos años, qué más dará?

    Hacia eso se decantan los científicos más solventes, aún a riesgo de equivocarse, y sin pretender estar en posesión de la verdad. Que traerá consecuencias. Para muchos muy graves; para otros algo menos; y hasta alguno con suerte saldrá beneficiado, no precisamente nuestra maltratada piel de toro, gracias a la lotería geográfica de vivir en algún lugar que vaya a disfrutar de consecuencias benignas como pueden ser algunos lugares del Norte de Europa. Ahora se trata de identificar y de pensar en cómo resolver los problemas venideros, aunque solo sea por si acaso. De ver cómo nos adaptamos a un mundo alocado y furiosamente cambiante y a un futuro, por nuestra culpa, cada día más incierto. Hay ya cientos de estudios serios e investigaciones que, aunque parciales, poco a poco van proporcionando una imagen cada vez más completa y global de hacia dónde nos dirigimos si seguimos con nuestra autocomplacencia casi religiosa. Mientras tanto, parece que no somos conscientes de que nuestra tecnología sigue coja; de que es todavía muy primitiva y elemental para desgracia de los tecno-fanáticos que piensan que acabará arreglando todos nuestros desaguisados de hoy. Está todavía por demostrar que alcanzaremos un nivel tecnológico que nos ayudará a conservar la biodiversidad de nuestro planeta, libre de contaminación, y que nos facilitará el acceso a energía suficiente para siempre, a la vez que nos permitirá mantener a todos un nivel de vida digno, por los siglos de los siglos, sin tener que preocuparnos nunca más de las consecuencias futuras de nuestras acciones presentes, llámense emisiones, contaminación o agotamiento de los recursos naturales.

    …aunque algunos dediquen su existencia a debates estériles

    ¿Lo conseguiremos? Solo un fanático tecno-religioso, bien sea pro calentamiento o negacionista, lo puede asegurar. La Humanidad se enfrente a innumerables retos que todavía no sabemos cómo resolver. Mientras tanto, a continuar con los debates estériles e interesados mientras algunos trabajan para prevenir los amenazantes nubarrones que se avecinan y, de paso, por un futuro algo menos contaminado y más limpio.
    09 Diciembre 2009, 13:39
    I. Ramonet
    I. Ramonet dijo

    Portada nº 170 – diciembre de 2009Representantes de todos los países del mundo se reúnen en Copenhague (Dinamarca) del 7 al 18 de diciembre en el marco de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, con el objetivo de evitar que, de aquí a 2050, la temperatura media del planeta aumente en más de dos grados. Si la Tierra fuese un balón de fútbol, el espesor de la atmósfera sería de apenas dos milímetros… Nos hemos olvidado de la increíble estrechez de la capa atmosférica y consideramos que ésta puede absorber sin límites cualquier cantidad de gases nocivos. Resultado: se ha creado, en torno al planeta, un sucio envoltorio gaseoso que captura el calor del sol y funciona como un auténtico invernadero.
    El calentamiento del sistema climático es una realidad inequívoca. Unos 2.500 científicos internacionales, miembros del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre la Evolución del Clima (GIEEC) (1), lo han confirmado de modo indiscutible. Su causa principal es la actividad humana que produce un aumento descontrolado de emisiones de gases, sobre todo dióxido de carbono, CO2, producto del consumo de combustibles fósiles: carbón, petróleo, gas natural. La deforestación acrecienta el problema (2).

    Desde la Convención del Clima y la Cumbre de Río de Janeiro en 1992, y la firma del Protocolo de Kioto en 1997, las emisiones de CO2 han progresado más que durante los decenios precedentes. Si no se toman medidas urgentes, la temperatura media del planeta aumentará por lo menos en cuatro grados. Lo cual transformará la faz de la Tierra. Los polos y los glaciares se derretirán, el nivel de los océanos se elevará, las aguas inundarán los deltas y las ciudades costeras, archipiélagos enteros serán borrados del mapa, las sequías se intensificarán, la desertificación se extenderá, los huracanes y los tifones se multiplicarán, centenares de especies animales desaparecerán…
    Las principales víctimas de esa tragedia climática serán las poblaciones ya vulnerables de África subsahariana, de Asia del sur y del sureste, de América Latina y de los países insulares ecuatoriales. En algunas regiones, las cosechas podrían reducirse en más de la mitad y el déficit de agua potable agravarse, lo que empujará a cientos de millones de «refugiados climáticos» a buscar a toda costa asilo en las zonas menos afectadas… Las «guerras climáticas» proliferarán (3).
    Para evitar esa nefasta cascada de calamidades, la colectividad científica internacional recomienda una reducción urgente del 50% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Único modo de evitar que la situación se vuelva incontrolable.
    En esa perspectiva, tres son los temas centrales que se abordan en Copenhague: 1) determinar la responsabilidad histórica de cada Estado en la actual degradación climática, sabiendo que el 80% de las emisiones de CO2 son producidas por los países más desarrollados (que sólo reúnen el 20% de la población mundial), y que los países pobres, los menos responsables del desastre climático, padecen las consecuencias más graves.
    2) fijar, en nombre de la justicia climática, una compensación financiera para que aquellos Estados que más han degradado el clima aporten una ayuda significativa a los países del Sur que permita a éstos luchar contra los efectos de la catástrofe climática. Aquí se sitúa uno de los principales desacuerdos: los Estados ricos proponen una suma insuficiente, cuando los países pobres reclaman una justa compensación más elevada.
    3) definir con vistas al futuro un calendario vinculante que obligue política y legalmente a los actores planetarios -tanto a los países desarrollados como a las otras potencias (China, Rusia, la India, Indonesia, México, Brasil)- a reducir progresivamente sus emisiones de gases de efecto invernadero. Ni Estados Unidos ni China (los dos principales contaminadores) aceptan esta perspectiva.
    Además de esta agenda, un fantasma recorrerá las mesas de discusión de Copenhague: el del necesario cambio de modelo económico. Existe en efecto una grave contradicción entre la lógica del capitalismo (crecimiento ininterrumpido, avidez de ganancias, explotación sin fronteras) y la nueva austeridad indispensable para evitar el cataclismo climático ( léase, p. 32, el artículo de Riccardo Petrella ).
    Si el sistema soviético implosionó fue, entre otras razones, porque descansaba sobre un método de producción que valoraba principalmente el beneficio político de las empresas (creaban obreros) y no su coste económico. De igual modo, el sistema capitalista actual únicamente valora el beneficio económico de la producción, y no su coste ecológico. Con tal de obtener un beneficio, no le importa que un producto tenga que recorrer miles de kilómetros, con la emisión de toneladas de CO2 que eso supone, antes de llegar a las manos del consumidor. Aunque ello ponga en peligro, a fin de cuentas, a toda la humanidad.
    Por otra parte, es un sistema despilfarrador que agota los recursos del planeta. Actualmente la Tierra ya es incapaz de regenerar un 30% de lo que cada año consumen sus habitantes. Y demográficamente éstos no cesan de crecer. Somos ya 6.800 millones, y en 2050 seremos 9.150 millones… Lo que complica el problema. Porque no hay recursos para todos. Si cada habitante consumiese como un estadounidense se necesitarían los recursos de tres planetas. Si consumiese como un europeo, los de dos planetas… Cuando no disponemos más que de una Tierra. Una diminuta isla en la inmensidad de las galaxias.
    De ahí la urgencia en adoptar medidas que detengan la huida hacia el abismo. De ahí también, ante el cinismo de muchos líderes mundiales, la rabia de los miles de militantes ecologistas que convergen de todo el planeta hacia la capital danesa gritando dos consignas: «¡Cambiad el sistema, no el clima!» y «Si el clima fuese un banco ¡ya lo habrían salvado!».
    Se cumplen diez años de las grandes manifestaciones de la «batalla de Seattle» que vieron nacer el movimiento altermundialista. En Copenhague, una nueva generación de contestatarios y activistas, en nombre de la justicia climática, se dispone a abrir un nuevo ciclo de luchas sociales. La movilización es enorme. La pelea va a ser grandiosa. Está en juego la supervivencia de la humanidad»

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