18 de Julio de 2013

Hoy, 18 de julio de 2013, hace 77 años del Golpe de Estado fascista que en tres años derribó el gobierno legalmente constituido de la 2ª República. Hoy a la gente le ha dado por acudir a concentraciones en las sedes del PP de toda España en contra de la corrupción, siendo la más numerosa la de Madrid:

“Más de dos mil personas se reunieron en la barbacoa destituyente convocada ante la sede nacional del PP en la calle Génova por las diferentes plataformas creadas tras el movimiento del 15M. Los asistentes, de todas las edades, mostraron su indignación por la crisis política que vive el país y la asfixiante situación económica. “Los verdaderos chorizos están dentro [por la sede del PP]”, exclamaba el ingeniero Carlos Buey, de 61 años. Los que se posicionaron en las primeras filas tras la valla colocada por la policía tiraron decenas de rollos de papel higiénico mientras coreaban consignas como “ladrones”, “menos policía y más educación”, “no es un gobierno, es una mafia” y “no hay pan para tanto chorizo” entre otros”

 Se preguntaba un tertuliano esta tarde por qué en Andalucía no se manifestaban ante el gobierno socialcomunista por el asunto de los ERES falsos o en Cataluña por el latrocinio de los convergentes. Desde aquí traslado la pregunta a esas minorías enfurecidas que están utilizando hasta el hartazgo la metáfora choricera. Si quieren que cambien las cosas tendrán que echarle más imaginación al asunto, como ya se dijo en mayo del 68..

 Lo cierto es que hoy ya no quedan rastros de aquellos 18 de julio tan ansiados porque se cobraba una paga extra y la paz reinaba en todos los pueblos y tierras de España, sintagmas estos tan queridos por Paco, el Benefactor o si se prefiere Paca la Culona, como lo denominaba Queipo de Llano, uno de sus generales más sanguinarios…

 Hoy la paz y  las pagas extras han volado, como los empleos de millones de españoles, lo que no quita que haya que acordarse de aquel funesto día e interpretar alguna de sus claves, como la que nos da Manuel Chaves Nogales en su obra Héroes, bestias y mártires de España , donde carga contra las brutalidades de la guerra, incluidas las de su bando, el republicano:

 “la crueldad y la estupidez se enseñoreaban entonces de toda España, debidas a la peste del comunismo y del fascismo a partes iguales. Su diagnóstico era que la suicida apuesta de la España de entonces por los totalitarismos se debía al miedo de los sectarios al hombre libre e independiente. La causa de la libertad entonces en España no había quien la defendiera. Yo he querido permitirme el lujo de no tener ninguna solidaridad con los asesinos: para un español quizá sea eso un lujo excesivo”

O la teoría de Henrique Mariño que atribuye al citado Chaves Nogales haber barruntado el franquismo: vislumbró cómo sería el futuro a partir del barniz ideológico de los alzados. Dos años después del comienzo de la guerra, publica en L´Europe Nouvelle una serie de artículos en los que previene a Francia, a las democracias europeas, del advenimiento del nazismo y el fascismo.

“ El periodista sevillano había sido un firme defensor de la Segunda República hasta que, como dijo en su día, ya no quedó nada que defender. Pero sus negativas experiencias en Rusia, plasmadas en artículos de prensa, le granjearon enemigos entre los más extremistas del Frente Popular, que lo consideraban un liberal sin sangre roja en las venas. Para el bando nacional, era simplemente un enemigo a batir. Y, para más inri, masón.

Encarnaba la tercera España, ni facha ni roja. “Yo era eso que los sociólogos llaman un pequeño burgués liberal”, escribió en el prólogo de A sangre y fuego, la radiografía más certera de la Guerra Civil, destilada a cuentagotas en París a partir del testimonio de los huidos de la contienda fratricida. También allí, en aquella Francia convertida en una aparente fachada que ocultaba la ruina espiritual de su interior, comenzó a explicarle al mundo en qué consistía el franquismo.

Cuando el golpe de julio de 1936, un consejo obrero lo erigió en director del diario Ahora , en el que permaneció hasta que el Gobierno huyó a Valencia. Él siguió la misma estela y, ya en la capital francesa, aunó en los papeles su capacidad prospectiva, clarividente y premonitoria con la independencia, la ecuanimidad y, en definitiva, el sentido común.

Se titularía La España de Franco, curioso título cuando, como ya hemos señalado, los hermanos todavía se batían en duelo, hundiéndose al ritmo que marcaban las arenas movedizas de una España rota. No había llegado el barro a sus rodillas y el periodista sevillano ya tenía claro que el poder real del bando nacional recaía en Mussolini y, luego, en Hitler, hasta el punto de que veía su país como una colonia sometida al yugo alemán.

“Falange Española representaba la reacción intelectual contra el españolismo”, escribió en el arranque de la obra, que rezuma un “gran componente especulativo”, como avanza en el prólogo el editor de Almuzara, que ha recuperado unos textos ya publicados por la Diputación de Sevilla, traducidos para la ocasión por Yolanda Morató. Chaves Nogales considera que el partido de José Antonio Primo de Rivera es un calco del fascismo, antítesis del carlismo pero, a la postre, un mal necesario para ganarse el sostén nazi. Digamos que los bravos tradicionalistas del norte ponían (y eran) la carne de cañón y los falangistas, el armazón ideológico que emparentaba la causa nacional con la de las futuras potencias del Eje. Carentes de hombría en el frente, los “esbirros” ejercieron en cambio como brigadas de limpieza en la retaguardia, esparciendo el polvo por las cunetas.

La España de Franco no es, ni mucho menos, la obra culmen de Chaves Nogales, pero sí una muestra por entregas de su intuitiva pluma analítica. Alemania e Italia lucharían unidas en la Segunda Guerra Mundial y terminarían perdiéndola, por lo que el futuro de España ya no iría ligado a ellas. Sería injusto medir al autor como pitoniso, por lo que nos quedamos con su visión del ciudadano español como cobaya de los totalitarismos. También con el despiece de la carrocería ideológica de Franco, quien antepuso “la entelequia de la Falange” a los requetés y al propio Ejército germanófilo, que no dudó en cercenar a su antojo, traicionando por ejemplo a los generales Yagüe y Queipo de Llano.

Chaves Nogales advirtió urbe et orbi de los peligros de la Alemania nacionalsocialista, pero todo fueron oídos sordos. Reino Unido le dio la espalda a la República para evitar un conflicto internacional que irremediablemente llegaría poco después y Francia terminó abrazando el nazismo y, lo que es peor, entregándole al Führer a los antifascistas que habían defendido España y la propia Europa. Sobre las miserias del Régimen de Vichy, nos dejaría otro libro fundamental, La agonía de Francia, escrito en el destierro de Londres, donde moriría en 1944. No resucitó hasta medio siglo después, cuando el franquismo no era más que una calavera pero todavía aleteaban los fantasmas de una pusilánime, quebradiza y dilatada Transición”

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