De nuevo monseñor Javier Martínez entre nosotros

javier martinez, arzobispo de granada

 Abundando en el post de ayer, El arzobispo de Granada, un pastor de cuidado, hoy lo retomamos aunque no mencionando los espinosos temas que tan parlanchín pastor toca, como son el tema del aborto, el uso de los preservativos o la pertinaz invitación, proveniente de todos los medios, a la fornicación, ni menos sus líos con la justicia ordinaria por persecución a un inferior. Afortunadamente dicho locuaz prelado no menciona el lacerante tema de la pederastia ahora que el Vaticano parece dispuesto a terminar de una vez con el silencio cómplice de la Iglesia católica con respecto a tal lacra.

En estos días están reunidos en Roma los superiores de una treintena de órdenes religiosas y representantes de 110 conferencias episcopales de todo el mundo en un simposio, organizado por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, para prevenir y atajar los abusos a menores por parte de los clérigos. Han recibido un mensaje muy contundente del Papa que les dice que “ la pederastia es una tragedia, que la curación de las víctimas tiene que ser la «preocupación prioritaria» de la comunidad cristiana y que la Iglesia necesita «una profunda renovación en todos los niveles»

En cambio sí lo retomamos (el post) en cuanto a la vena social –ha dejado de lado tanta preocupación `por el sexo- que le ha sobrevenido estos días a partir de la homilía sacromontina –por el lugar granadino desde el que fue expelida- y bajo la opinión de Ignacio Escolar que en La coherencia episcopal-liberal  afrima:

“ El arzobispo de Granada, el locuaz Javier Martínez, ha dedicado su última homilía a predicar contra esa “enfermedad social”: que tantos jóvenes quieran ser funcionarios. “Hay que cambiar la mentalidad de ser un pueblo subsidiado, que siempre busca la solución en que me solucionen otros el problema”, dice el prelado sin inmutarse.

Monseñor olvida algo. La razón por la que en España hay tantos jóvenes que anhelan ser funcionarios es porque parece la única manera de lograr el milagro: un puesto de trabajo que no sea precario en un país que, en los años buenos, ya tenía el 12% de paro. El arzobispo no conoce otra empresa que la Iglesia ni otro oficio que prometer a los demás “la solución de los problemas” (y la vida eterna). Con sus palabras, muestra la misma ignorancia sobre el común de los mortales que también demostró Mario Monti, el tecnócrata italiano, cuando criticó la “monotonía” de un empleo fijo; con lo bonito que es hacer como Monti y cambiar de trabajo: del banco al Gobierno, del Gobierno al banco.

Tampoco es novedad que los apóstoles del emprendimiento, los ángeles castigadores de los vagos subsidiados, sean gente con un puesto fijo pagado por el Estado. Es lo normal en un país con líderes “liberales” como Aznar, Rajoy o Aguirre, que empezaron en política como funcionarios, después de aprobar unas oposiciones”

PD. Aunque no es costumbre intercalar comentarios, he aquí uno de los que recibí ayer de una pesimista lectora granadina:
“Este esperpento no ha dejado de soltar lindezas desde que llegó a esta ciudad. Una tras otra, deja caer a la primera de cambio su opinión sentando cátedra, como si él y sólo él estuviera en posesión de la verdad absoluta en lo que se refiere al comportamiento humano, sobre todo dentro del hogar, y dentro de las camas de las personas. Pero no pasa nada, ahí sigue cantando misas llenas de fieles que corean sus consignas. Esta es una ciudad llena de fachas y este es un país de mierda”
Un saludo

 

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