Del landismo a Los Santos Inocentes

 En el día en que Alfredo Landa ha sido reducido a cenizas, como todo lo será a la larga, es justo y necesario seguir reflexionando sobre un español grande en la faceta del séptimo arte a pesar de serle adjudicado el fenómeno del landismo, a pesar, lo que no consideramos desdoro alguno, de ser el creador del «fenómeno sociológico» que retrataba a los españoles de clase media reprimidos y con escasas dotes amatorias durante la dictadura. «¿Hay más orgullo que ser el macho ibérico?»:

“No reniego del landismo que me dio un éxito tremendo y tenía su valor, la prueba es que esas comedias siguen teniendo éxito cuando se pasan por televisión».

Pero aquellos que lo añoran solo en esta faceta no se apuren: el landismo sigue vive entre nosotros, siendo, a juicio de Javier Pérez de Albéniz, el ministro Wert su más genuino representante:

“Ha muerto Alfredo Landa. Todo el mundo alaba su figura, y recuerda con cariño hasta su filmografía más sórdida. Surgen voces que reconocen el landismo como ideología genuinamente ibérica, tan nuestra como el piropo, el Farias, las tetas de Nadiuska, los trileros, Manuel Fraga, los entresijos de cordero, las corridas de toros o las cabezas de gambas cubriendo el suelo de los bares. No seré yo quien les lleve la contraria.

 Alfredo Landa ha muerto, pero el landismo está vivo y en buenas manos. Ese montaraz ideario tiene un heredero a la altura, un líder dispuesto a conservar, alimentar y pregonar tan importante legado. Y es que si usted se fija un poco en nuestro flamante ministro José Ignacio Wert, quizá reconozca en él la versión actualizada, que no culturizada, de Miguel Cañete Moste, el pueblerino que protagoniza “Cateto a babor”, el clásico de Landa. Las similitudes físicas son enormes, las intelectuales, asombrosas.“Soy como un toro bravo: me crezco con el castigo”, dijo el ministro para dejar claro que el futuro de nuestros hijos está en manos de un intelectual.

 Bajito, dicharachero, malencarado, altisonante, engreído, zoquete, landista… Wert se enfrenta a los  periodistas que le preguntan por su hermano, un huelguista más en el día de ayer. Les acusa de darle “un pisotazo”. Es el ministro que tiene como objetivo“españolizar a los alumnos catalanes”. Que cree que “no solo no hace falta invertir más para mejorar el rendimiento escolar, sino todo lo contrario”. Que piensa que “la fuga de cerebros nunca puede considerarse un fenómeno negativo”.

Ayer, día de la huelga general en la enseñanza, el ministro de Educación se negó a responder a las preguntas de los periodistas. ¿Intolerable? Si ha visto a su jefe comparecer en rueda de prensa en plasma, no va a ser precisamente él quien de un paso al frente… Wert se esconde el día en que los estudiantes, los profesores y los padres dan la cara. Wert es el pasado. El landismo vive en él”

 

Pero Alfredo Landa, como es sabido, no acabó en el landismo, siendo como era “un actor potente y de raza independientemente del material que le ofrecieran., que se movía sin complejos, con ligereza o profundidad, en la comedia y en el drama, en el realismo y en la caricatura” como demuestra en  El Puente, El crack o La vaquilla. Pero a juicio de Carlos Boyero “ hay un papel de Landa que seguirá conmoviendo a perpetuidad a todo tipo de espectadores. Se lo ofreció Mario Camus en esa película terrible y magistral titulada Los santos inocentes, una de las incuestionables obras maestras que ha dado el cine español, y Landa le devolvió el regalo con una interpretación memorable. Recordar o volver a visitar a su Paco el Bajo, a ese campesino permanentemente explotado y humillado, resignado a la desolación, inocente ancestralmente en su servilismo, infatigable y perruno rastreador de las piezas que caza su brutal señorito, víctima muda, cojitranco y expresando con sobriedad y sabiduría mediante sus ojos y su gestualidad los sentimientos más variados, provoca siempre el escalofrío, la piedad, la indignación moral”

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