El género masculino genérico en entredicho

Los vascos y las vascas, los andaluces y las andaluzas, todos y todas, los alumnos y las alumnas, y como desdichadamente dijo un día la profesora de lengua y literatura, Carmen Romero, los jóvenes y las jóvenas -creo que lo dijo con un poco de guasa- y su máxima heredera en estas herejías, la famosa ministra Bibiana Aido, con los miembros y las miembras,  lo que no ha impedido a esta última gozar de grandes prebendas en New YorkCity, ni a Ana Botella, debido a sus altos conocimientos de inglés, ser nombrada asesora de la Organización Mundial del Turismo.

Podríamos multiplicar hasta hartarnos todos aquellos ejemplos en que se pretende que pase a mejor vida el género masculino genérico que son artificiosos e innecesarios desde el punto de vista linguistico.

Según la RAE en los sustantivos que designan seres animados existe la posibilidad del uso genérico del masculino para designar la clase, es decir, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos: Todos los ciudadanos mayores de edad tienen derecho a voto.Y la  mención explícita del femenino solo se justifica cuando la oposición de sexos es relevante en el contexto: El desarrollo evolutivo es similar en los niños y las niñas de esa edad. Por ello la actual tendencia al desdoblamiento indiscriminado del sustantivo en su forma masculina y femenina va contra el principio de economía del lenguaje y se funda en razones extralingüísticas. Por tanto, deben evitarse estas repeticiones, que generan dificultades sintácticas y de concordancia, y complican innecesariamente la redacción y lectura de los textos..

El uso genérico del masculino se basa en su condición de término no marcado en la oposición masculino/femenino. Por ello, es incorrecto emplear el femenino para aludir conjuntamente a ambos sexos, con independencia del número de individuos de cada sexo que formen parte del conjunto. Así, los alumnos es la única forma correcta de referirse a un grupo mixto, aunque el número de alumnas sea superior al de alumnos varones.

Ayer leíamos en Sur una entrevista a  Francisco Ruiz Noguera, catedrático de Lengua y Literatura de la UMA que considera que no se puede imponer un determinado uso del lenguaje y discrepa también de los que consideran sexista utilizar el género masculino genérico. Y ponía algunos ejemplos: «Hay casos en los que el desdoblamiento, como este de médico-médica, lo que provoca es la exclusión de un sexo: ‘los médicos’ incluye a los dos sexos, pero si decimos ‘la médica’ sólo nos referimos al sexo femenino, lo que nos lleva a concluir que ‘médica’ es un término exclusivo mientras que ‘médico’ incluye a los dos.

Hace una distinción clara entre lenguaje con el sexismo:

«El sexismo es la discriminación de las personas, en general, hombre o mujer, por razón de su sexo. El usar el masculino genérico o no marcado no tiene una posición sexista o ideológica. El sexismo no está en las palabras. Pero todo lo que sea evitar el sexismo, bienvenido sea. Otra cuestión es qué se entiende por sexismo lingüístico, algo en lo que ni los propios manuales sobre el lenguaje sexista se ponen de acuerdo. No está claro qué expresiones son sexistas y cuáles no. Si hay en lo lingüístico alguna manifestación sexista, evidentemente debe perseguirse, y el legislador tiene obligación de intervenir. Pero la cuestión es qué se entiende por manifestación sexista. Decir ‘los alumnos tienen derecho a la revisión de su examen’ no es sexista, porque el masculino genérico no es lenguaje sexista»

Al parecer esas modas ya se intentan imponer, y lo que es más grave, desde los estamentos oficiales. Parece ser que, por insólito dictamen de la Junta de Andalucía, aquí se acabó con la economía en el lenguaje, ya que tendremos que decir los alumnos y las alumnas en los colegios. Y ya no habrá andaluces sino «población andaluza», lo que supone una regresión en la síntesis a la que tienden todas las lenguas.

Ayer a Teodoro León Gross, en «El Mundo»,  no le pasó desapercibida esta decisión de los «expertos lingüísticos» de la Junta de Andalucía:

«Siempre se puede esperar una pirueta -¡alehop!- de los centinelas de la corrección progresista de la Junta de Andalucía, donde se cultiva el prurito de ser la reserva espiritual de la socialdemocracia, aunque no haya evidencias para sostener ese tachintachán. Lo nuevo: otro plan de igualdad de género en la Educación con el que, por norma, ya no se puede decir «los andaluces» en el aula sino «población andaluza», no se puede hablar de «los políticos» sino «la clase política», y por supuesto no «los alumnos» sino «alumnos y alumnas», «padres y madres» y suma y sigue. Fin del sustantivo de uso genérico para toda la especie.

Es esa práctica llevada ya al ridículo por la clase política con marchamo progresista -carne de caricatura cuyo paroxismo son «los jóvenes y las jóvenas» de la bodeguiya al bibianismo- que violenta el principio de economía del lenguaje y las advertencias de la propia Academia sobre el fárrago resultante. La gramática, la lógica, la sintaxis y la eufonía se sacrifican a una construcción ideológica del discurso.

Si el plan sólo fuera ridículo, se podría considerar inocuo hasta cierto punto. También es ridículo usar medallas de oro de ringorrango o pulseritas corporativas, y no pasa nada. Pero esto va más allá; supone ya una imposición, un programa sin «permisividad» cuyo incumplimiento, una vez implantado, generará «denuncias». Es de locos… y locas. Este obligacionismo es, claro, la cara B del prohibicionismo de los nuevos inquisidores. Reformulada la norma, debe leerse así: «La Junta de Andalucía prohíbe decir genéricamente ‘niños’ o ‘alumnos’ en el aula, aunque sea lo adecuado gramaticalmente, y obliga al desdoblamiento de género».

Otro capítulo más de los prohibicionismos de quienes quieren legislar hasta las preferencias y gustos. Ya sucedió con las corridas de toros, sobre lo que Savater ha escrito brillantemente, véase su Tauroética. El filósofo recuerda que es como prohibir el adulterio, algo que te puede parecer bien o mal, pero sería peligrosamente chusco proclamar ¡queda prohibido irse a la cama con la vecina del 3º! En Andalucía hay datos inquietantes de machismo entre los jóvenes, sí, y malos resultados educativos. Y son dos cosas que esta norma no va a cambiar»

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