El constructor Ignacio Uria ha sido atacado cuando se dirigía al restaurante Kiruri en la localidad guipuzcoana de Azpeitia. El empresario, de 70 años, ha sido asesinado de dos tiros en la cabeza por dos terroristas que han huido en una Alfa Romeo. La víctima era consejero de la constructora Altuna y Uria, que trabaja en las obras del trazado ferroviario de la Y vasca entre Arrazua y Legutiano. Desde la puesta en marcha de estas infraestructuras hace dos años, las compañías que participan en las obras han recibido constantes amenazas de la banda terrorista ETA.
Por lo demás, todo sigue igual, se siguen oyendo casi las voces que se oyeron en los cuarenta asesinatos de empresarios vascos anteriores, en las demás casi mil victimas de Eta, las llamadas a la unidad, los gestos serios y compungidos de los políticos, los mismos silencios de los de siempre. Es evidente que la organización terrorista tiene en el País Vasco el suficiente apoyo social para seguir funcionando e ir en contra de los intereses del pueblo vasco, de su progreso, como antes lo hicieron en Lemóniz, como lo están haciendo ahora con el AVE vasco, en forma de Y, para enlazar a las tres provincias, que serían unidas con el resto de España y de Europa, con el símbolo de la modernidad. En esta irracional lucha contra el progreso es acompañado por algunos otros, como Ecologistas en Acción, aunque éstos no compartan los medios: una vida humana vale más que un verde valle.
Evidentemente el primer obstáculo que tienen los nacionalistas vascos en sus aspiraciones independentistas es Eta, que persigue los mismos fines aunque con evidentes distintos medios.
No nos extrañaría que Ibarretxe, Urkullu y compañía tuviesen pesadillas constantes pues se ven entre la espada de Eta y el muro de Madrid, como ellos lo llaman al frontón que supone para los sucesivos planes, consultas y referendas que vienen presentando. Si algún día acabase Eta, si algún día se pudiese decidir en paz, bienvenida sea la independencia si su petición fuese un clamor, si fuese aprobada por la voz del pueblo, representada en el Parlamento.
Ignoramos, después de la muerte de Ignacio Uría, las agallas que tendrá el resto de compañeros, porque hay gente que no quiere el AVE, como se ve en las manifestaciones, como se ve por la actitud de Eta, como opinan algunos de los trabajadores de la obra:
«¿Quieres saber la verdad? Vale, pero no pongas mi nombre que el jefe me mata: yo también estoy en contra de la Y, pero como la obra la van a hacer por cojones, por lo menos así nos da trabajo a los de aquí». Pasan unos minutos, dos cafés y un licorcito antes de que este maquinista confiese que está en contra de la obra en la que trabaja, el primer tramo Tren de Alta Velocidad (TAV) en Guipúzcoa, en plena comarca del Goierri. A unos metros del sendero que lleva a la obra, una pintada marca el territorio en este tradicional feudo de la izquierda abertzale: «Máquinas fuera. ¿Están destrozando el monte y no vas a hacer nada?».”
