Hubo por fin boda: la más Noble de España y el funcionario de la S.Social

boda de la duquesa

El único sentimiento que me producen las imágenes en que la duquesa baila, tanto dentro de palacio como fuera es de tristeza. Verla bailando sin apenas tenerse en pie jaleada por esa corte de palmeros de la que no deja de llamarme la atención la de un presbítero embutido en un casulla preconciliar, seguramente de la colección de objetos religiosos de la Casa de Alba, más que alborozo me produce algo de conmiseración. Imagínense cada uno de ustedes a sus respectivas madres de esa guisa, a una edad avanzada y aquejada de unas dolencias que hacen que la duquesa obre y se manifieste así.

Del pueblo llano, nada que decir: el pueblo es así, le gusta el jolgorio y hace bien en manifestarse con alegría, que las penas ya les esperan en casa. No todos sus hijos han estado presentes, uno porque está dolido por unos comentarios que hizo doña Cayetana de su esposa y  otra, como decían ayer, “a la jodía le ha entrado una varicela muy oportuna”. El jinete si estaba en un primer término mientras su madre bailaba con el torero del arte y del miedo, con una cara de circunstancias que tiraba para atrás.

Les ofrezco dos desiguales comentarios de la boda, uno muy moderado de Mabel Galaz y otro, algo descabellado, desbocado e inmisericorde, como en él es habitual, de Pérez de Albéniz, el descodificador:

Fue una boda triste, marcada por la ausencia de dos hijos. Fue una boda inusual, porque inusuales eran los novios: por un lado, una aristócrata con tantos títulos nobiliarios que alguna reina tendría que hacerle una reverencia a modo de saludo y con tantas tierras que podría cruzar España de norte a sur pisando solo sus fincas; por otro, un funcionario de la Seguridad Social que hasta la semana pasada vivía con un sueldo de 1.500 euros. Cayetana Fitz-James Stuart, duquesa de Alba, grande de España, se casó ayer a los 85 años por tercera vez. Lo hizo con Alfonso Díez, de 60 años y viejo amigo de su exmarido el fallecido Jesús Aguirre, y de quien dice sentirse muy enamorada.
Pero a sus seis hijos la boda de su madre les sigue pareciendo un disparate. Se han opuesto durante tres años hasta que la duquesa, en un arranque de genio, decidió este verano repartir su fortuna personal para a continuación anunciar que se casaba. Cayetano, el pequeño de los hijos varones, ha sido claro en días atrás: «No estamos de acuerdo con su boda, pero la acompañaremos»,

Cayetana, por eso, ha vivido su boda como una victoria que ha llegado cuando han estado firmados todos los documentos, esos que ponen a buen resguardo el patrimonio de la Casa de Alba y delimitan el papel del nuevo duque, que lo será solo hasta la muerte de su esposa.

Y Pérez de Albéniz:

“Se han casado Cayetana Fitz-James Stuart y Alfonso Díez Carabantes. El amor ha conseguido en un pis pas lo que la lucha social, las revoluciones obreras y la democracia no han logrado en siglos: que dos clases sociales antagónicas, los grandes de España y sus empleados, la aristocracia y el funcionariado, se reúnan en torno a una mesa nupcial y coman, todos, langostinos hasta reventar. ¡Qué alegría, qué alboroto! Ayer la feliz pareja, que suma 143 años de experiencia vital, pasó por el altar. Y gracias a dios pudieron consumar el sagrado matrimonio, en una noche de bodas que sin duda rezumó pasión, lujuria y fluidos corporales a cascoporro.

“Mi porcelanita”. Así llama el ya Duque de Alba, hasta ayer mismo currito en el Ministerio de Trabajo, a su esposa. Cayetana también llama de alguna manera a Alfonso, pero no se le entiende bien… ¿”Mi locita”? ¿”Mi ceramiquita de Talavera”? La porcelanita en cuestión es de Lladró: tiene 45 títulos nobiliarios, una fortuna valorada en más de 3.500 millones de euros, una veintena de palacios y castillos por toda la geografía nacional y 34.000 hectáreas en fincas y terrenos.
Catorce veces grande de España, profundamente católica y monárquica, enemiga del aborto y el divorcio, Cayetana no tiene la boquita de pitiminí de su pareja: llama “delincuentes y gentuza” a la gente del Sindicato de Obreros del Campo. ¡La Hija Predilecta de Andalucía, condenada por injurias!

No le aburriré con detalles del enlace: la novia descalza bailando flamenquito, el novio sujetándola por detrás como si fuera una marioneta de José Luis Moreno, el lanzamiento del ramo, el color rosa pálido con escote barco del traje diseñado por los Luchinos. “¿Qué tal ha sido la boda”, preguntó a la Duquesa un incisivo periodista de investigación. “Muy boniiiiita: sevillana”, respondió no sin dificultades la novia. ¡Qué arte! Esta mujer es un cascabel…Una boda de este porte es justo lo que necesitaba esta España que languidece. Somos cada día más pobres y nuestro futuro es más negro, de acuerdo, pero no podemos perder la esperanza: ¡un inesperado golpe de suerte puede situarnos  donde realmente nos merecemos! Miren al ayer funcionario Alfonso, hoy miembro de la nobleza más elegante y jaranera. Y sin traumas: que no olvide el proletariado pusilánime que, en caso de bingo, no tendrá ningún problema en pasar de las sardinas al caviar. Como sucedió con Marichalar y Letizia, el duque Alfonso se acostumbrará rápidamente a su nuevo estatus y, como buen terrateniente, en cuatro días estará llamando “delincuente y gentuza” al jornalero”

 

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