La juez(a) Mercedes Alaya

Desde luego Mercedes Alaya es, entre los jueces, el más mediático y ya es considerada por muchos como  la nueva juez-estrella, aunque ideológicamente se encuentre muy distante del otro, al que los celos corporativos y sus formas de instruir algunos casos lo han apartado de la carrera judicial aunque siga dando guerra desde distintas trincheras. En su caso ha sido acusada de ir sacando sus decisiones judiciales siguiendo los tiempos políticos del PSOE: a cada acto significativo del partido en Andalucía, imputación que te crió para gran contento de los Zoido boys y disgusto de Chaves y de Griñán, al que ha arrancado literalmente de San Telmo.

 Lo cierto es que esta juez ha alcanzado gran notoriedad en la investigación de los casos ERE y Mercasevilla en los que lleva largos años actuando, bajas por enfermedad incluidos, y en los que ha habido grandes dilaciones, por las que ha sido reconvenida por la Fiscalía Anticorrupción, que han originado  que hayan prescrito algunos delitos de los que estaban acusados seis empresarios, entre ellos dos hermanos de otra mujer, la ministra Fátima Báñez, actuación que los palmeros del PP han ignorado, no han dicho esta boca es mía, lo contrario de cuando imputa a alguien del PSOE –ha imputado a todo lo que se menea- en que es jaleada hasta la exageración con su colega Zoido a la cabeza. De todas formas cuánta falta haría una señora juez así investigando la Gürtel y los papeles de Bárcenas que parece están condenados a dormir el sueño de los justos y no es el momento de decir todos los escollos que el juez Ruz está teniendo, incluso de la fiscalía, coronada por la afirmación de Rajoy en esa gira mundial que está haciendo: “Hay cosas que son cosas imposibles de probar” Pues eso.

 Pero en lo que se fija mucho la gente y quizá ella contribuya con su interminable desfile de modelitos irrepetidos –acompañada de sus inseparables trolleys-   con sus indudable garbo a que se ponga el foco sobre estas circunstancias tan irrelevantes. Así el escritor Antonio Soler, ha descrito a Alaya como «la jueza de porcelana» por su apariencia estética. Y el Consejero de Justicia e Interior de la Junta de Andalucía, Emilio de Llera se llegó a preguntar»de dónde saca tiempo para estudiar y llevar para delante no sólo este proceso sino otros más complicados y encima sigue guapa»…

 En marzo de 2013, la escritora Beatriz Miranda publicó un artículo en el cual analizaba la vestimenta y la apariencia física de Alaya Rodríguez. «Maciza con mazo», algo que fue motivo de escándalo entre sus fervientes seguidores-palmeros, uno de los cuales, extasiado ante tal bellezón llegó a compararla con la Virgen Macarena.

Sin embargo su estética,la apariencia física de esta controvertida juez que la convierten en un pibón –empleando el habla coloquial muy al uso entre la juventud- llenan de inquietud a Almudena Grandes a la que su

estética empezó a inquietarla mucho antes que su ética y deduce que por sus problemas con la fiscalia Anticorrupción no es de fiar:

 “Era la mujer perfecta. Por su tenacidad, por su resistencia, por su peluquería, por su maquillaje, por su habilidad para combinar prendas y complementos al entrar en su juzgado como si avanzara por una alfombra roja. Abanderada de una feminidad empachosa, su estética empezó a inquietarme mucho antes que su ética. Una madre de familia, con un empleo exigente, cuyo rostro jamás revela el menor signo de cansancio físico a las ocho de la mañana, o no es humana, o no es de fiar.

  Ahora ya tenemos indicios contundentes de que Mercedes Alaya no es de fiar. La Fiscalía Anticorrupción la ha censurado con una dureza insólita, por haber dilatado sin motivo la instrucción del caso Mercasevilla, hasta lograr que prescribieran los delitos de dos imputados, que casualmente son hermanos de la ministra de Empleo, Fátima Báñez. Les prometo que no voy a hablar de los jueces todas las semanas, pero comprenderán que hoy me pregunte, ¿y ahora, qué?

 La trayectoria previa de Alaya y este nuevo escándalo consolidan la impresión de un estado donde el poder judicial parece directamente sometido a los dictados del gobierno. ¿Se puede llamar a eso democracia? El viernes pasado me acordé de Cicerón. Hoy, recuerdo a Montesquieu. ¿Y el próximo? Al menos, la verdad sobre Alaya reconfortará a las mujeres imperfectas de España, todas esas madres con ojeras que salen de casa sin haber tenido tiempo para peinarse, y se pintan de mala manera en la parada del autobús”

 

 

 

 

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