La tristeza de CR7

En el país de los parados, en el que hay millones de hogares en los que no entra oficialmente ni un duro, en el que las previsiones no son nada halagüeñas, llevamos varios días acongojados, o eso pretenden, porque uno de los astros futbolísticos del momento anda triste cual princesa rubeniana, no celebra sus goles… , habiéndose puesto en marcha para desentrañar la causa de lo que puede ser una simple saudade de un luso toda una legión de psicólogos.

Los antecedentes de este futbolista –ya habrán adivinado sin mucho esfuerzo que se trata de Cristiano Ronaldo, el 7 que sustituyó al mítico Raúl- muestran su madurez como individuo: «Me tienen envidia porque soy rico, guapo y un gran jugador». En el presente, es un jugador de gran rendimiento para su club en el que lleva metidos 151, pero ha tenido un acceso súbito de tristeza que no es, según el, por motivos económicos, aunque figura en último lugar en esa lista de los mejor pagados, ni por envidia a sus rivales Messi o Iniesta.

Como somos mal pensados suponemos que esa tristeza desaparecería si le mejoran sustanciosamente el contrato, lo que va a ocurrir más pronto que tarde. Además el Madrid se tendrá que dar prisa porque los rusos están apretando fuerte y porque el IVA, la bestia negra de Rajoy, va subir del 24 % a 52 % a partir de 2015 para los contratos que se firmen a partir de esa fecha.

Mientras tanto, cualquier comentarista o articulista que se precie –al igual que cualquier bloguero provinciano- le dedica una semblanza. Como por ejemplo, Ignacio Camacho en ABC:

Gana catorce millones de euros, su casa cuesta lo que el presupuesto anual de un hospital mediano, es una celebridad mundial, tiene una novia que al menos de fachada para afuera representa el sueño de cualquier imaginario de la seducción. Y trabaja —¡¡ jugando!!— dos horas al día. Por supuesto que todo eso se lo ha ganado, que el dinero no da la felicidad y que los ricos también lloran. Tiene todo el derecho a una crisis emotiva pero… alguien debería enseñarle que su excepcional situación le exige una cierta sensibilidad comparativa con el sufrimiento ajeno. Eso también son los valores del deporte”.

Y Alfonso Ussía: “No debe sentirse abatido el gran futbolista. Pocas personas en el mundo ingresan, como él en España cincuenta mil euros diarios, sólo correspondientes a su contrato. A ellos hay que sumar su sueldo, sus primas, sus dietas y sus beneficios publicitarios. Tiene una novia (…) un prodigio de mujer, y para colmo, sonriente. Entrena dos horas cada día y juega uno o dos partidos a la semana, y lo hace en el club más importante de la Historia del fútbol. Por mucho que lo intento, no doy con la causa de su desdicha y desamparo, pero es sabido que cada ser humano es un mundo aparte, con sus valles y sus barrancos, sus suavidades y sus esquinas (…) En verdad que me siento muy preocupado por su tristeza. Fuerza, coraje, entereza y optimismo es lo único que puedo recomendarle. Lo suyo tiene que ser horrible”.

O Carlos García Calvo:

. “LA TRISTEZA de Cristiano ya es un género en sí misma y sólo lleva un par de días en bata y metido en la cama como Tony Soprano sólo para levantarse a ganar títulos. Dentro de poco esa tristeza tendrá la categoría de los celos de Otelo y hará un ensayo Harold Bloom; la tristeza de Cristiano será el primer género sin obra incluido en el canon a última hora para pasmo de Messi, que acabará con 10 balones de oro sin que nadie le haya avisado que la gloria es literaria o no es, y él tiene la enjundia de un personaje de Michael Crichton que sale a media novela, cuando a Crichton se le nota ya más pendiente de la caracterización de los dinosaurios. Esta tristeza de Cris ha paralizado España y de repente los bares, ayer llenos de forenses, se han ido cubriendo de psiquiatras en la fenomenología apasionada, viva y ridícula que es el debate español. Básicamente al que no le falta dinero le falta cariño o le sobra una amante, y hay cosas que ni el paro arregla. Si Cristiano no tiene derecho a estar triste es porque se ha constatado la existencia de pobres y así sucesivamente, por eso ha acabado en la zona mixta, que es un período de entreguerras. Su reacción parece más un movimiento publicitario de Nike que un fervor que le salga de dentro, pero aún siendo sincero y escandaloso en las formas (un tío con gorra diciendo que está triste: pues sácatela, hombre, que pareces el que busca el móvil mientras habla por él) debería el Madrid proteger esa tristeza a ver si se llena el juego de una refinada melancolía y resulta que había que ganar la Décima moviendo el balón sin ganas de nada y quedándose solo en la marca y en la vida, como Virginia Woolf, que siempre escribía mejor antes de meterse en el río con los bolsillos llenos de piedras”

 

 

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