Los 110.000 hijos de Euskadi

Nos parece excesivo que 110.000 vascuences –según el cómputo de los municipales bilbaínos– se hayan manifestado por las calles de Bilbao para reivindicar la obra a lo largo de muchos decenios de los asesinos etarras. Nos parecen muchos miles teniendo en cuenta que el censo de Bilbo lo forman 351.629 personas, bien es verdad que, como observa sagazmente Arcadi Espada, “algunos eran de Guipúzcoa con su pelo matizadamente cortado al hacha ancestral”, apoyados para más INRI por el derechizante y democristiano PNV, alias el equidistante.

 De toda la vida es sabido que los que han quitado vidas humanas –aunque fuese solo una- o eran ajusticiados o, cumplida su condena, no volvían más por el lugar en el que habían cometido sus fechorías, o lo hacían de incógnito, disfrazados; pero ahí en la región vascongada no piensan de esa manera, seguramente porque tienen tras de si ese inmenso apoyo popular, si no de qué iban a presentarse con tanta solemnidad en el antiguo matadero de Durango, días atrás.

 Lo que no debe extrañarnos de Bilbao: antes en plena carnicería etarra apenas eran unos cuantos los que osaban interceder por las victimas en la calle. Y ahora fíjense cuántos decididos bilbainos se arman de valor para interceder por los derechos de los que están en la cárcel varios años… Aunque de casta le viene a estos galgos: cuando en Euskadi comenzaron tímidamente los apoyos a las víctimas de sus valientes gudaris, el viejo estadio de San Mamés era la excepción: nunca se hizo un minuto de silencio, no querían mezclar “política”  con deporte, aducían…

 

 

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