Muere Alfredo Landa, un actor superior a su cine

 De Sancho Panza en un momento de la serie de televisión Don Quijote.

 Alfredo Landa que acaba de fallecer es más conocido por el gran público –y sus detractores-como el inventor del landismo, representación de determinado tipo de español, machista, fanfarrón en el terreno sexual y reprimido, una de cuyas películas más simbólicas podría ser con No desearás al vecino del quinto, de Ramón «Tito» Fernández y treinta cinco películas más.

Ya como actor de calidad y colaborando con los principales directores españoles lo vemos en

El puente, de Juan Antonio Bardem; : Luis García Berlanga (La vaquilla), Mario Camus (Los santos inocentes), Basilio Martín Patino (Los paraísos perdidos), José Luis Garci(Las verdes praderasEl crackEl crack II), José Luis Borau (Tata mía), José Luis Cuerda (El bosque animado), Antonio Mercero (La próxima estación) o Manuel Gutiérrez Aragón(El rey del río).

El panegírico se lo hizo Carlos Boyero en 2008:

«Un actor grande a pesar de su cine», a raíz de la publicación de la biografía del intérprete., http://cort.as/40VV :

“Sin gustarme el teatro y aborreciendo la inmensa mayoría del cine que ha interpretado Alfredo Landa, leo ensimismado, de un tirón, metido en la cama como mandan las buenas lecturas en los días gélidos, Alfredo el Grande, vida de un cómico (Aguilar), el libro del aquí inteligentemente invisible hombre de teatro Marcos Ordóñez sobre un extraordinario actor de cualquier género llamado Alfredo Landa, eximio representante de un cine y una época indeseables en la historia de este país, símbolo de películas tan cutres como vergonzantes que reflejaban inconscientemente el estado de las cosas.

Supuestamente redimido para el cine serio, con pretensiones, con ambiciones artísticas, por el Bardem de la patéticamente progresista El puente y por el insufrible lirismo y la cotidianeidad sentimental del cine de Garci, imágenes, sonidos, tono, personajes, diálogos y situaciones que siempre consiguen irritarme, un mundo con el que mantengo una antipatía visceral y racional. Y existe una obra maestra en la filmografía de un histrión de inmenso y desaprovechado talento, de alguien que se merecía guiones y directores a la altura de sus dones naturales. Se titula Los santos inocentes. Hace de perro resignado, dolorido, con una sensibilidad, una sobriedad y una complejidad que hace daño.

El Habla memoria de Landa es torrencial, impagablemente informativo, vehemente, arriesgadamente sincero, con una lucidez notable respecto a su obra y el universo en el que tuvo que sobrevivir y donde consiguió acabar vivir como dios, como un triunfador, sin perder la cabeza, enganchado a sus insustituibles motores, su familia y su profesionalidad.

Landa cuenta historias brutales de los más afamados cómicos de la lengua. Se compromete al «aquí estamos para decir lo bueno, lo malo y lo regular, que siempre van mezclados». Y dice cosas imprescindibles sobre el oficio de actor: «Lo importante es la voz, dominar el ritmo, tener compás, clavar la frase, oler al personaje, sentirlo, estudiarlo, lanzarse a hacerlo con intuición, ser de verdad. Lo otro es componer y hacer voces raras. Lo difícil es hacerlo por derecho y que parezca fácil». Y me cae bien Landa, el excesivo, el castizo, el directo, el que le responde al pope del teatro intelectual José Carlos Plaza cuando éste afirma condescendientemente después de años de desprecio: «¿Sabes que no lo haces nada mal?», con un reivindicativo y demoledor: «¿Y tú te has fijado en quién va primero en los títulos de crédito? Pues por eso. Porque lo hago bien. ¿O te has creído que me han puesto ahí por ser bajito?».

 

 

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