A propósito de Alipio

Una nueva carta a Alipio de José Palacios Royán, profesor de lenguas clásicas, al que algún día le preguntaré de dónde viene y por qué esa elección del recipiendario de sus confidencias porque veo que hay varios Alipios más o menos famosos, desde el santo obispo de Tagaste del siglo IV a otro san Alipio, penitente en Bitinia en el siglo VI, pasando por el   Alipio, musicógrafo griego del siglo IV y de un filósofo del mismo nombre también del mismo siglo. De entrada opto -él ya me lo aclarará-  por el obispo ya que de obispos va el día: La Fiscalía archiva las diligencias contra el cardenal Fernando Sebastián por sus declaraciones sobre la homosexualidad. Al parecer la Fiscalía tiene unas razones que coinciden con las del emérito obispo que ponen en tela de juicio las modernas teorías sobre ese colectivo que no consideran que sea carne de psiquiatras y, por consiguiente, candidatos a ser internados en manicomios.

En esta nueva carta de José, en su afán por dar esplendor al idioma -algo que comparto-,  adobado por la exquisita contemplación  en su   devenir diario de la actualidad y del inmisericorde trato que nuestros políticos o gente conocida dispensa al idioma,  nos trae nuevas perlas como “los índices PLUBIOMÉTRICOS,  “ENQUILOSADO”. EXHULTANTE, “A DREDE», “vicebersa” , CONVENCIDO QUE”, y» PIENSO DE que», de una manera sarcástica, literaria, filosófica y bienhumorada, combate. Qué me va a decir él a mi que llevo largos años sufriendo con el verbo de Aznar, tan enemistado con la sintaxis,  siempre tan convencido «que» todo lo que hace y dice va  misa,  que ha tenido además la inmensa suerte de haber engendrado a dos hijos listamos, colocados en la cúpula de las más importantes empresas  del orbe.

Si más dilación he aquí su nueva CARTA A ALIPIO :

» Nada importa el padre del que cada uno ha nacido,

con tal de que sea un hombre de bien.

Horacio, Sátiras, I 6″

 Querido Alipio:

 «Es febrero. Y llueve sobre quien nació sin paraguas. Hay gente a quien el agua

le chorrea, sean cuales sean “los índices PLUBIOMÉTRICOS que se registren en

la zona”. Que yo sepa, Alipio, lluvia (con “v”) viene de “pluvia”, luego esa “b”

no es una “b”, por mucho que quieran hacernos creer que una cosa es lo que no

es realmente. O tal vez sea que los tiempos que pasan sobre mí me estén

dejando “ENQUILOSADO”. Palabra que también está mutando, como los peces

a los que “la contaminación hace hermafroditas en el Mediterráneo”. Antes era

“anquilosarse” (del gr. ankýlos, que significa “encorvado”. Como estaban mis

abuelos, Fernando y Antonia, con las espaldas rotas del trabajo.

Ahora hay quienes, sin trabajar, se llenan las alforjas; pero el dinero no les

pesa como pesan la azada y el escardillo. Se mantienen erectos, símiles de las

palmeras. Mejor ser palmito agarrado a la tierramadre. Además, caminan como

aquel que “estaba EXHULTANTE y no podía creer lo que estaba viviendo”.

Alipio, no hay respeto por las reglas; nos las saltamos. No es bueno

embriagarse de la alegría y poner una H donde sobra. Si el verbo “salire” da

“saltar” – y “salir” – en español, “saltar de gozo” debería ser “EXULTANTE”,

sin más nada. Pero nos salimos por la tangente. Un insulto más al español.

No sé si estas cosas se hacen porque uno no sabe o no recuerda las normas de la

gramática, o si lo hacen mal “A DREDE», proclamando que la A va por un lado

y el DREDE por otro. O “vicebersa” (con “b”), porque el verbo “verteré” se

pervierte también y troca la V en B. Que al fin y al cabo igual les da a algunos

ocho que ochenta. Y uno llega a pensar que es más bruto que el “Arcadiae

asinum” (el burro de la Arcadia).

Porque, además, no puedes decir nada, ni siquiera hablar de los dedos de los

dioses, que quitan y ponen, porque vivimos en un país (pagus), en el que hasta

el Fiscal General del Estado “se muestra CONVENCIDO QUE”, y PIENSO DE

QUE, si alzo la voz y hablo, el rigor de la ciega justicia puede caer así, a plomo,

sobre mis hombros.

Alipio, los goznes, los CARDINES que, a duras penas, sujetan el mundo se

están oxidando. Las cuatro viejas bisagras chirrían y no les untamos aceite, pero

sí le echamos veneno a la serpiente y leña a los fuegos que arden. Hasta quienes

predican el amor entre los hombres, “cardines Ecclesiae”, “oculis clausis”, dejan

salir aún por el cerco de sus dientes las palabras que no debieran. “Te ipsum

concute”, “examínate bien a ti mismo”, nos aconseja Horacio. Pero

respondemos, como Menio: “egomet mi ignosco”, es decir, “conmigo hago la

vista gorda”.

Es febrero, Alipio. Estas cosas que te escribo son cosas de las que a veces trato

conmigo a boca cerrada cuando tengo un poco de tiempo. Te dejo, amigo, “que

ya la noche se dispone a echar sobre la tierra sus sombras y a esparcir por el

cielo las estrellas”. Porque ha “escampao”.

Tu amigo José.»

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