Raza catalana

En el catalanismo, según Francisco Caja, predomina la doctrina racial, es lo que nos trasmite en su libro La raza catalana. La invasión de los ultracuerpos, un análisis sobre el catalanismo. Ya Bartomeu Robert tras ser nombrado alcalde de Barcelona en 1899 afirmó en su discurso que creía en la existencia de la raza catalana, elemento clave  del nacionalismo.

 Con el triunfo de los fascismos hablar de este concepto se hizo indefendible desde un punto ético, moral y político,  ya no aparecen más referencias a la raza aunque si a los inmigrantes, antes los andaluces, murcianos y extremeños, ahora magrebíes y subsaharianos, aunque desde el principio no han dudado en diferenciarse de ellos llamando a los primeros,  de una forma claramente,  insultante charnegos -perros especializado en cazar conejos, sin pureza de raza (no olviden que en el nacionalismo vasco también recurren la imagen canina, llamando «txakurras», perro en vasco, a los que no son de su RH, a inmigrantes o policías)-, todo un ejemplo de racismo y xenofobia que en su fuero interno cultivan los catalanistas (no confundir con “catalanes”) o los seguidores de la lábil doctrina aranera y del posterior RH vasco del exjesuita Arzallus.

 Es cuando aparece Pujol, considerado a veces un gran estadistas, según los vientos que soplen en cada momento,  cuando se pretende integrar a toda esa masa que durante los últimos 60 años confluye en Cataluña, necesaria para formar un Estado catalán viable propio, carente de unos recursos demográficos que han venido del exterior con los que se han logrado los más de 7 millones actuales (sin ellos serían dos millones y medio) y que han solucionado la baja tasa de natalidad de su “raza»

 El siguiente paso ha sido someter a esa gran masa venida de fuera a la inmersión lingüística en la que tienen puestas todas sus esperanzas y con la que suponen, según Caja, que “abducirán los cuerpos y redimirán sus almas”, con ello – ante la dejadez de los últimos gobiernos centrales– han avanzado considerablemente en la consecución de la fantasía nacionalista, de ahí que sus actuales dirigentes crean que ha llegado la hora de la secesión.

 

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