Rouco fustiga a los matrimonios gay

 A final de año se nos vienen encima toda clase de discursos: el del Rey, el de Rajoy, el de la comunidad autónoma respectiva, y el más trascendental de todos porque entra a saco en nuestras vidas y en las conciencias: el de Rouco Varela, que ha aprovechado la misa en la Plaza de Colón en honor de las familias católicas para cargar contra los matrimonios infecundos, es decir, entre personas que no pueden procrear entre ellas por disponer de los mismos órganos sexuales, algo que natura non dat, ni el autorizado matrimonio gay praestat…, como es sabido. Pero es que, además, y los gays deben saberlo, según Rouco cada vez que se dan el “sí, quiero…”, están provocando una «herida a la justicia y a la paz». Menudo cargo de conciencia, amigos…

No hace falta que venga Rouco a decir que la sociedad dejaría de existir sin la aportación de los matrimonios heterosexuales. Eso lo puede decir hasta el que asó la manteca. La única ventaja que tiene el matrimonio gay, además de consumar el amor y  la amistad entre dos personas, sin tener en cuenta sus atributos sexuales, es que una potenciación de esta clase de matrimonios bajaría en pocos años la tasa de paro hasta unos niveles más soportables.

 Pero Rouco, ante el rebaño congregado enla Plazade Colón, no entra en cosas tan terrenales como las preferentes, el drama de los cinco millones de parados, los tremendos recortes al estado de bienestar, sino en asuntos tan recurrentes como  el aborto, el divorcio  la legislación que lo permite, y el matrimonio tradicional sin el cual“el organismo vivo que es la sociedad, se desintegraría. El hombre mismo se desintegraría»

 Remata a los gays, también a los gays católicos, diciéndoles que su matrimonio es «ignorar» y «despreciar la verdad del matrimonio hetero como fundamento de toda sociedad que quiere y trata de edificarse de modo justo, solidario, profundamente humano y fecundo,  es como «poner en juego su misma viabilidad histórica».

 También ha tenido un recuerdo para los divorciados que «rompen las familias y someten a sus miembros más débiles, a los niños, a una dolorosísima tensión interior que tantas veces les destruye por dentro y fuera», aconsejando y animando a los esposos y padres de familia heterosexuales “a ser fuertes y valientes en la fidelidad y en la renovación constante de su amor fecundo”

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