Javier Marías vs Mourinho

javier marias

jose mourinho

No crean que es la primera vez que nos ocupamos del actual entrenador del Real Madrid. La primera  fue cuando se perpetró su fichaje por el mejor club de fútbol del siglo XX, Mourinho (21.5.10), al que siguió Mourinho-2 y finalmente El sueldo y los sueños de Mourinho y todas las veces, aunque nos achacarán cortas luces futbolísticas,  en plan crítico, algo a lo que tiene derecho todo el que pierde –o gana- algunas horas de su tiempo pendiente del juego del fútbol, algo que parece a muchos intrascendente pero que no lo es tanto en comparación con otras actividades que nos vemos forzados a realizar a diario y exentas de la emoción o el fanatismo del futbol.

En esta ocasión  cedemos el espacio del blog, y  para que hable de lo mismo a un socio del Real Madrid, al autor de  Mañana en la batalla piensa en mí (título tomado de un verso de Shakespeare, al igual que Corazón tan blanco), a uno de los escritores más prestigiosos y reconocidos, a Javier Marías,

No le gustó a Javier Marías el fichaje de Mourinho:

José Mourinho es un tipo negativo, oscuro, triste, controvertido, poco alegre, soberbio y no sé cuantas cosas más, según él esto lo contagia a sus jugadores y por extensión a la imagen del club al que augura nada bueno mientras esté este «señor» de entrenador”

Ahora en que su Madrid ha recolectado los frutos del primer año del reinado de Mou vuelve a la carga y con los argumentos siguientes:

Florentino Pérez será un lince para sus negocios, qué duda cabe, pero está demostrando ser un hombre poco inteligente, para haberse entregado a un chamán de feria como Mourinho, alguien mucho menos inteligente aún que él. Un individuo que no sabe de fútbol y al que el Madrid le trae sin cuidado, que no tiene reparo en traicionar su centenaria tradición y en arrojar sobre él una mancha que se hará difícil borrar.

Su Madrid es un equipo con buenos jugadores a los que manda jugar feo y mal; con excelentes atacantes a los que, en los partidos cruciales, no permite atacar; con futbolistas honrados -la mayoría- a los que obliga a comportarse deshonesta o brutalmente en el césped, como si estuvieran en los más broncos Sevilla, Valencia o Atlético de Madrid de sus respectivas historias; a los que, con su resentimiento infinito y notorio y su poder casi absoluto, mantiene bajo un reinado de terror (no sé en qué desacato incurrieron, pero de Pedro León no se ha vuelto a saber, de Canales apenas).

Hace ya muchos meses escribí «El triste lo contamina todo», referido a Mourinho. Me costó un aluvión de reproches de madridistas -me temo- «advenedizos» o fanatizados, que desconocen la trayectoria del club o que lo apoyarían aunque a su frente estuviera Himmler redivivo. En todos los equipos hay gente así: yo me preguntaba cómo amigos míos del Atleti no se daban de baja mientras lo gobernaba Gil y Gil; cómo otros del Barça no desertaban, sólo fuera transitoriamente, con Gaspart de Presidente o Van Gaal de entrenador. Es difícil, casi imposible, ya lo advirtió Vázquez Montalbán: la única fidelidad segura, de la infancia a la tumba, es la futbolera. Escribo esto cuando ya sólo falta el último de los cuatro Barça-Madrid encadenados, del que no espero nada. Porque lo que no puede ser es que el propio equipo dé vergüenza, en el campo y fuera de él: se le toleran el juego pobre y el escaso acierto, los entrenadores rácanos como Capello o Juande Ramos, aun los Presidentes delincuentes, porque éstos, al fin y al cabo, quedan lejos de la hierba y del vestuario.

 Pero no un entrenador omnipotente, omnipresente y malasangre, un quejica que acusa a otros siempre, un individuo dictatorial, ensuciador y enredador, soporífero en sus declaraciones, nada inteligente, mal ganador y mal perdedor, y que, como dijo Di Stéfano, hace que el Madrid juegue «como un ratón» mientras el Barça juega «como un león». El Madrid no ha sido nunca sino el mayor león. Como tal ha de morir, si es eso lo que le toca ahora. Mourinho ha logrado amargarme hasta las victorias: en la Final de Copa (no se olvide, un trofeo al alcance del Mallorca o el Getafe), me alegré durante treinta segundos del gol de Cristiano -la costumbre de toda una vida-. A continuación pensé: «Pero si esto acaba así, nos toca Mourinho para rato», y el contento se me evaporó. No creo que lo logre, pero, si él se prolonga aquí, tendré que probar a hacerme provisionalmente de otro equipo. Dudo entre el Athlétic de Bilbao, la Real Sociedad y -lo inimaginable- el Atlético de Madrid. Quién me iba a decir que a mi edad tendría que plantearme tan antinatural posibilidad, por culpa del catoliquísimo ídolo de Esperanza Aguirre. No, si Dios los cría y ellos se juntan, debería haberme acordado”

 

 

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