856 sinrazones: carta de presentación de ETA ante el mundo civilizado

ETA

50 años después y tal día como hoy, un 31 de julio de 1959, también un viernes, nacía ETA, una excrecencia del PNV y con la vitola de ser combatientes del franquismo.

A los pocos años comenzó la matanza indiscriminada de un guardia civil ,José Pardines Arcay, 1968), un policía nacional (Melintón Manzanas, 1969) y un taxista (Fermín Monasterio Pérez, 1969). En medio el atentado de Hipercor en Barcelona (1987), el coche bomba de República Dominicana en Madrid (1986), el ataque que dejó 10 muertos en el cuartel de la Guardia Civil de Vic (1991), hasta ayer en segó la vida de dos jóvenes guardias civiles con apenas un año de ejercicio profesional.

Desde entonces, para unos 823 asesinatos, y para otros, 856  y 200 víctimas propias para nada: sólo mucho dolor y mucha sangre y muchos miles de afectados indirectamente y muchos millones en todo el mundo que contemplan con estupor el movimiento terrorista supuestamente separatista que surge y se desarrolla en unas de las regiones más prósperas de Europa y que históricamente forma parte de uno de los Estados más antiguos y significativos del planeta.

Emilio Alfaro, en El País hace un análisis en “Medio siglo de terror” del que sacamos algunos párrafos:

“…Medio siglo después, la criatura engendrada en ese mal sueño se encuentra debilitada, más exhausta y aislada que nunca”, “ Pero, pese a todo, continúa dispuesta a seguir cumpliendo su determinación de aterrorizar, de perpetuarse causando dolor en nombre de un pueblo vasco que no existe más que en su imaginación, de una sociedad que mayoritariamente se muestra hastiada y aburrida de sus pretendidos liberadores. Y así hasta que alguien, desde su seno, tenga la sensatez de darle fin. De «cerrar la persiana», como propugna desde la cárcel, más interesada que piadosamente, el abogado Txema Matanzas Gorostiaga, otrora mantenedor de la moral y la obediencia debidas entre los reclusos de la organización terrorista.”

Seguramente, sus fundadores no podían imaginar que la organización puesta en marcha para sacudir el viejo nacionalismo y salvar a una Euskadi mitificada de una opresión española que sólo el franquismo hacía verosímil derivaría, apenas dos décadas más tarde, en una «hidra sangrienta» capaz de amenazar la democracia y la libertad apenas recobradas. Con esas dos palabras definió a ETA Dolores González Katarain, Yoyes, en 1985, un año antes de que el monstruo la asesinara en presencia de su hijo, porque no podía consentir que la vuelta a casa de esta dirigente refutara la predicada necesidad de seguir atados a la espiral de la muerte.

Bihar ere, berriro ere, beste bat hilko dute (mañana, de nuevo, matarán a otro), cantó más tarde Imanol en su recuerdo. Se refería el fallecido cantautor vasco a la policía franquista, sin sospechar que su estribillo podría describir con tono exacto el futuro “…Tampoco lo ha hecho con la entrada de España en la Unión Europea, que comenzó a recortar el crédito exterior arrastrado del franquismo y su hasta entonces confortable retaguardia en el sur de Francia, ni con la caída del muro de Berlín, que la despojó de su barniz socialista, o con la sacudida del 11-S, que ha estigmatizado en todo el mundo la etiqueta del terrorismo. “

“…Después de 50 años, 856 asesinatos, 200 víctimas propias, miles de heridos y de presos; después de una insondable contabilidad de dolor y miedo, ETA y su mundo han llegado a la soledad más extrema, a la ausencia total de expectativas. Lo ha hecho a base de desperdiciar ocasiones de poner un fin honorable a su nada gloriosa trayectoria. Quizá, por no parecerse a sus émulos de ETA político-militar, que, tras adelantarse en explorar todos los resortes del terror, se disolvieron en 1981, sin más compensación que la salida de sus presos y el regreso de los refugiados”.

“…La paradoja a la que ha llegado ETA es que tiene voluntad y capacidad para seguir matando, pero ninguna esperanza en alcanzar sus metas o dar una utilidad política a su trayectoria criminal. La crueldad inconcebible del secuestro del concejal Miguel Ángel Blanco, al igual que el atroz cautiverio de Ortega Lara y el trabajo esbirro de Herri Batasuna en las contramanifestaciones donde gritaba: «Aldaia, paga y calla», en respuesta a la reclamación de libertad para el empresario secuestrado, activó una intensa repulsa ciudadana, que dio alas a la respuesta judicial, impulsada por el juez Garzón, contra todas las organizaciones tuteladas por ETA”.

“…Sin embargo, casi nadie de los que conocen la teología de ETA, como el periodista Florencio Domínguez, confía en que alguien, desde dentro, tenga la suficiente clarividencia y capacidad para trabar los engranajes de la violencia, de la lucha armada convertida en único principio y razón de la criatura. Al igual que Txema Montero, Domínguez valora como más factible un acabamiento por implosión, en un tiempo impreciso, antes que un final «por reflexión», similar al que protagonizaron los polimilis o el IRA. Los ejemplos de ex jefes como Txelis (José Luis Álvarez Santacristina), Pakito (Francisco Arakama Mendia), ahora de Txema Matanzas, parecen indicar que únicamente cuando el activismo remansa en la cárcel se descubre la inviabilidad de la empresa criminal en la que estuvieron embarcados. La naturaleza amarga de la pesadilla que han mantenido y alimentado”.

 

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