La censura en la Dictadura, una contribución a la desmemoria histórica

informe de un censor

Con la remoción que se está haciendo del franquismo en su aspecto más tétrico –los fallecidos violentamente a cargo del bando vencedor– con las consecuencias conocidas, la más importante la intervención del Supremo a petición de parte en contra de su más conocido investigador, de nombre Baltasar, se está poniendo de moda hacerle otras revisiones a aquella etapa de nuestra historia como, por ejemplo, la violencia ejercida sobre los escritores a cargo de  huestes de indocumentados de censores cuyo único mérito era su ansia de supervivencia y un nulo conocimiento sobre aquello que debían censurar para que resultara acorde con los principios del Movimiento y la estrecha e hipócrita moral que de la Iglesia oficial emanaba.

Así hemos leido en un blog Los censores franquistas y su ominoso recuerdo:
“Sin encomendarse ni a Dios ni al Diablo,  Daniel Verdú , en El País, -no escarmienta con lo que está ocurriendo a Garzón: la Falange permanece vigilante- se le ha ocurrido hurgar en los entresijos del franquismo, apartado de censura de las obras de los escritores de la época, que siguen siendo los de ésta y además muy reconocidos. De estos hemos seleccionado a dos, uno vivo y otro muerto a la joven edad de 104, a Juan Marsé y a Francisco Ayala, como muestra de la visión profética de aquellos lacayos del dictador: por cierto entre algunos censores había algunos ilustres, como Cela”.

Además de estos dos mencionados –hay otros muchos- a los que los censores catalogaban de “poetas malos, cursis y snobs. Escritores resentidos que leían y veían marranadas cuando salían al extranjero a puerquear con mujeres fáciles. Rojos. Pseudointelectuales. Esquizofrénicos que escupían alusiones vejatorias a la cruzada en la guerra de liberación” podemos añadir alpoeta Jaime Gil de Biedma, de cuyo libro Diario de un artista seriamente enfermo, autorizado en 1974, decían : “El libro es anodino, vacío y sin interés, con ninguna religión, casi ninguna política y una grosería inigualable en la cuestión de sexo. Estas porquerías están proliferando tanto en la literatura actual, que ya no llaman la atención ni siquiera en un libro que pretende ser espiritual».

O de Antonio Gamoneda y su libro “Blues castellanos”: «Libro de versos muy malos, de temática y métrica diversa. Sobre todos ellos campan un sentido de resentimiento y odio. Muchos de ellos aparecen con citas de Marx, Lefebvre y otros marxistas. La tónica general es demagógica. La obra carece de valor, pero hay poemas que pueden ser pasables».

Y Juan Goytisolo se expresa así: «Entre el 63 y el 75 todo lo que escribí fue prohibido. Me acusaban de ser el aduanero que impedía que se publicase buena literatura en París. Porque todo lo que salía ahí era antifranquista» El censor se expresaba así: «Con la apertura de criterios en los casos de estos mozalbetes se consigue un bien mayor al mal que se pueda evitar censurándolos. Hay que desenmascararlos ante el extrangero ( con g). No hacerles el juego. No darles pies a heroísmos y martirios. Olvidarlos, que se pudrirán solos. No tiene consistencia literaria. Condenémosles a la libertad, libertad vigilada. Es la sanción mayor que se les puede dar».

 

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