La Niña Bonita hoy sería octogenaria

 

 

alegoria de la republica

Hace 80 años la madrileña Puerta del Sol se convertía en el epicentro del júbilo. Era martes, 14 de abril de 1931, y España amanecía republicana. Después vino lo que vino y para qué vamos a entrar en detalles. Poco voy a aportar al post. Quizá el título que puede caralogarse de algo cursi , el colgado de varios post, el primero de los cuales han asegurado que es novedoso y algunos textos que pueden dar una visión de aquel sistema de gobierno que duró tan poco y que ochenta años después es deseado por una parte de la población indeterminada al no habérse consultado de ninguna manera tal extremo. Es evidente que existen otras prioridades porque la influencia de los monarcas es escasa en la gobernanza del país.

Le daremos la voz a una partidaria, Carmen Arrojo:

“Republicana hasta la médula. La memoria de Carmen Arrojo (Madrid 1918) atesora los recuerdos de aquellas primeras horas de la proclamación de la II República y, como bienes preciados, los acaricia con mimo cada vez que habla de ellos.

«Aquel 14 de abril estaba estudiando e intuíamos que habría un acto público en la Puerta del Sol porque toda la gente se dirigía hacia allí. Nos tomamos el resto del día como festivo y asistimos a la presentación del primer Gobierno de la República, que hizo Alcalá Zamora desde el balcón del ministerio de la Gobernación».

Carmen recuerda aquellos años como un tiempo feliz en el que estudiaba con ganas la asignatura de Ciencias, que le despertó su vocación por la medicina, y en el que cantaba con frecuencia cantos populares rodeada de amigos. «Después se nos quitaron las ganas de cantar», lamenta recordando el inicio de la Guerra Civil. Como militante de la Juventud Socialista Unificada (JSU) ocupó el cargo de Secretaria de estudiantes y fue profesora en la Escuela de Cuadros del partido. Las años de carencias que viviría desde que empezó la contienda (y que pueden leerse en su autobiografía, ‘Lo que no se debe perder’) no le borraron las reminiscencias que conserva sobre los años republicanos”

Y otras opiniones adversas recopiladas por Pío Moa:

“Ciertas historias presentan a unos líderes republicanos de alto nivel intelectual (“república de profesores”), bienintencionados, aunque ingenuos y blandos con los enemigos de derecha. No decía lo mismo Azaña en sus Diarios, documento histórico crucial donde califica a sus correligionarios de «obtusos», «botarates», «gente impresionable, ligera, sentimental y de poca chaveta», notables por su «inepcia, injusticia, mezquindad o tontería»: «Me entristezco casi hasta las lágrimas por mi país, por el corto entendimiento de sus directores y por la corrupción de los caracteres». «Zafiedad», «politiquería», «ruines intenciones». «Conciben el presente y el porvenir de España según se los dicta el interés personal». «Política tabernaria, incompetente, de amigachos, de codicia y botín, sin ninguna idea alta«. Etc. Su relato de cómo preparaban la reforma agraria, y otras, colisiona con las que nos cuenta la historia de izquierdas. Maura llama a los gobernadores republicanos “instrumentos de desgobierno” y define  la situación como “un manicomio suelto y desbordado”. Para Lerroux, único jefe republicano de larga trayectoria, «no traían saber, ni experiencia, ni fe, ni prestigio. Nada más que esa audacia tan semejante a la impudicia, que suele paralizar a los candorosos y de buena fe cuando la ven avanzar desenfadadamente, imaginando que es una fuerza de choque».  Alcalá-Zamora afirma que “constituyen un manicomio  no ya suelto, sino judicial, porque entre su ceguera y la carencia de escrúpulos sobre los medios para mandar, están en la zona mixta de la locura y la delincuencia”.

 “ Los intelectuales que más ayudaron a traer la república denostaron la experiencia y al Frente Popular. Marañón llama a sus líderes “cretinos criminales”, “Todo es en ellos latrocinio, locura y estupidez”, “Horroriza pensar que esta cuadrilla hubiera podido hacerse dueña de España (…). Y aun es mayor mi dolor por haber sido amigo de tales escarabajos y por haber creído en ellos”. Pérez de Ayala los considera «desalmados mentecatos», cuyo «crimen, cobardía y bajeza nunca hubiera podido imaginar». Ortega fustigó a los intelectuales extranjeros, que, ignorándolo todo de España, defendían a las izquierdas. Unamuno fulminó contra Azaña, y aunque  tuvo su célebre choque con los falangistas, mantuvo su condena a su gobierno. Besteiro admitió que los nacionales habían librado a España de una pesadilla….”

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