Estampas democráticas de España: Tejero en La Palma

antonio tejero y señora

tejero en la playa

Treinta años después del “¡Se sienten, coño” y dos días después de la trigésima conmemoración de la fracasada intentona golpista hete aquí que vemos a Antonio Tejero Molina, cuyas vicisitudes las pueden leer expuestas asépticamente en la Wikipedia(Antonio Tejero Molina (Alhaurín el Grande, Málaga, 30 de abril de 1932) es un ex teniente coronel de la Guardia Civil. Fue uno de los principales cabecillas del golpe de Estado fallido del 23 de febrero de 1981 en España, popularmente conocido como 23-F), en la isla de La Palma, la isla  Bonita, del archipiélago canario (hecha esta precisión para los confundidos de la LOGSE, que igualan a Palma (de Mallorca) Las Palmas de G.C y esta última de La Palma)

No es la primera vez que esta isla  acoge a tan histórico personaje tan  del siglo XIX, solazándose en tan apacible lugar: “»No es la primera vez que venimos porque este es un sitio muy tranquilo que nos gusta mucho y en el que nos encontramos muy cómodo”, dice Tejero.

Allá en Puerto Naos, un paraje alejado unos ocho kilómetros de los Llanos de Aridane, en un lugar en el que también habitan la paz y el sosiego pasa unos días este septuagenario tan bien conservado, principal protagonista del Golpe, alejado del ruido mediático que provoca el recuerdo de algo que él –en compañía de otros y en unas circunstancias que no se aclararán nunca (su mujer dice que los periódicos no dicen toda la verdad o que, en todo caso, lo dejaron tirado) originó aquella tarde de febrero.

Saldadas sus cuentas con la justicia –de todas formas no mató a nadie- lleva una vida normal y su quietud sólo ha sido perturbada en esta ocasión por los periodistas ávidos de exclusivas en el señalado día de la conmemoración de su fallida y estrafalaria gesta: «Estaba tan tranquilo aquí hasta que llegaron los periodistas» Y su mujer, Carmen Díez Pereira, ante el asentimiento de Antonio afirma: «Sólo se conoce lo que han querido contar en los libros de historia. Pero no todo ocurrió realmente como se cuenta. Esa no es toda la verdad, faltan cosas por contar», «Pero qué se le va a hacer, ahora estamos aquí tranquilos, descansando en un sitio en el que normalmente pasamos desapercibidos, pero hoy salió en los medios que estábamos aquí»

Lo dicho al principio: una estampa normal de una España democrática con la que ni él ni algunos otros pudieron acabar: tuvo suerte de  que lo que hizo no ocurriera en otras épocas. Seguramente no hubiera podido pasar una jubilación tan apacible ni leer las crónicas de su hazaña.

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