SÍ a las esteladas en el Calderón

Al final sí habrá esteladas -acompañando a los previsibles silbidos y abucheos- en la final de la Copa del Rey del domingo porque el juez de lo Contencioso-Administrativo número 11 de Madrid lo ha decidido. Ya tenemos el escenario propicio para que se produzcan los hechos que ocurren cada vez que un equipo -a veces los dos- de una autonomía con vocación separatista juega la final de la Copa del Rey, figura a la que silbarán -junto con el himno del Estado- masivamente, algo que protege la libertad de expresión, término escuchado hasta el aburrimiento en las últimas horas.

Por el digital El Confidencial nos enteramos de que llueve sobre mojado, es decir, que los ancestros de los que el domingo gritarán hasta enronquecer contra los símbolos del Estado Opresor ya lo hacían, por lo menos hace noventa y un años, en 1925, dónde sucedió lo siguiente:

» El domingo 14 de junio de 1925, con una gran entrada en el Camp de Les Corts, se jugó el encuentro entre el Barcelona y el Júpiter catalán. La euforia de los barcelonistas por los dos títulos conseguidos contrastaba con la tensión política que se respiraba entre Cataluña y el Gobierno de España. El caso es que en el descanso de la amistosa confrontación, la banda de música de un buque británico de la Royal Navy que había atracado en el puerto de Barcelona interpretó la ‘Marcha real’.

 Los cerca de 14.000 espectadores que asistieron al partido silbaron al unísono el himno de España. Instantes después, la misma banda pasó a interpretar el ‘God Save the Queen’ (Dios salve a la reina), el himno británico, que fue recibido con sonoros aplausos. Aunque fue lo de menos, la contienda terminó con un 3-0 a favor del conjunto blaugrana.

Como consecuencia de la pitada, Justo Conde, comandante del Cuerpo de Seguridad de Barcelona, abrió un expediente al club barcelonista para depurar los hechos ocurridos en el citado partido-homenaje. Diez días más tarde, el 24 de junio de 1925, tras ser analizado el sumario de Conde, Joaquín Milans del Bosch y Carrió, capitán general del Ejército español y gobernador civil de Cataluña, convocó una rueda de prensa. Los periodistas que asistieron al acto recibieron el texto de la resolución que había adoptado dicho militar, el cualdebería ser publicado al día siguiente en todos los diarios de la época.

En su extenso dictamen, con fecha 24 de junio de 1925, Milans del Bosch se quejaba de que Joan Gamper no hubiera comunicado al Gobierno si se trataba de un homenaje al Orfeó Català y recriminó la “descortesía y desconsideración con la que se escuchó la ‘Marcha real’ española”, lo que, según el capitán general, constituía “un acto de incalificable desafección a la patria, con el agravante de producirse ante extranjeros”. En otros apartados, Milans del Bosch apuntaba que “en la citada sociedad existe la tendencia, que se ha acentuado en los últimos tiempos y muy especialmente con motivo de la victoria alcanzada en el torneo regional, de rehuir citar el nombre de España, llamándolo imprudentemente campeonato peninsular”.

La resolución de Milans del Bosch concluía considerando que «por sensible que sea adoptar determinaciones en contra de una sociedad tan numerosa, la conducta seguida por la sociedad del F.C. Barcelona impone el deber de adoptar medidas que, por lo mismo que recogen el sentir de la opinión general, ha de ser por mí firmemente sostenido». De este modo, el militar acordó, «haciendo uso de las facultades que me están conferidas: clausurar por término de seis meses el funcionamiento de esta sociedad, no pudiendo durante dicho tiempo dar espectáculo alguno, ni concurrir a otros como tal asociación, ni usar los emblemas ni distintivos de la sociedad».

Joan Gamper, la directiva y socios del Barça calificaron la sanción de parcial y exagerada, hasta el punto de asegurar que tan largo castigo podría hacer tambalear la existencia del club catalán. Por si fuera poco, Justo Conde, el mencionado comandante del cuerpo de seguridad de Barcelona, había solicitado al Gobierno que se invitara a Gamper a marcharse de España por considerarle culpable de lo sucedido en Les Corts. En su informe destacaba que “si la ‘Marcha real’ no se oyó con la devoción debida fue por no hallarse preparado el público, y de ahí que se produjeran siseos”. La sugerencia de Conde, que fue aceptada por el Gobierno central, la interpretó Joan Gamper como una inhabilitación a perpetuidad. Sin perder un segundo, presentó la dimisión y se marchó a Suiza, su tierra natal, asegurando que nunca volvería a ser presidente del Barcelona»

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