Marta del Castillo, su recuerdo cada vez más vivo

 En los cuatro años que Marta del Castillo lleva desaparecida y previsiblemente asesinada, nos hemos ocupado abundantemente de su caso – no menos de 80 posts y los que hagan falta- Como al día de hoy sigue sin resolverse el enigma del lugar donde se encuentran sus restos, para dolor de su familia y para vergüenza de nuestro sistema policial y judicial incapaz de encontrarlos, el caso sigue más vivo que nunca y sus padres no desfallecen en la búsqueda de los mismos, han hecho el leiv motiv de su existencia.

Han estado en la sede del diario La Razónde Madrid. Este hecho ha ocasionado que se le den más vueltas al citado caso que ha merecido editoriales, como El calvario de una familia:

 “El asesinato de la joven Marta del Castillo no sólo ha estremecido a la sociedad por el cinismo y la crueldad de los culpables, sino que ha puesto de relieve las limitaciones y las carencias dela Justiciaespañola ante la estrategia procesal de un frío delincuente. Ayer, enLA RAZÓN, el padre de la infortunada víctima, Antonio del Castillo, relató diversos aspectos relacionados con el calvario vivido por su familia que, cuatro años después de ocurridos los hechos y tras tres sentencias judiciales –la última del Tribunal Supremo– aún desconoce cómo se produjo la muerte de su hija, que tenía 17 años, y dónde se encuentra su cadáver. Un sufrimiento que los magistrados del Supremo reconocieron al aumentar la condena del principal encausado, Miguel Carcaño, por daños morales. Este caso, que todavía permanece vivo gracias a la tenacidad de la familia de Marta, respaldada moralmente por la inmensa mayoría de los españoles, ha contribuido positivamente, sin embargo, a alimentar el debate sobre la necesidad de revisar algunos aspectos del Código Penal, dela Leydel Menor y dela Leyde Enjuiciamiento Criminal, argumentos recogidos por el actual Gobierno y que se verán plasmados en la reforma que prepara el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón. Dos de las modificaciones parecen fundamentales y, de haber estado en vigor cuando ocurrieron los hechos, el crimen de Marta del Castillo hubiera podido tener un desenlace muy diferente. Nos referimos a la prisión permanente revisable, que, aplicada al asesino confeso, bien pudiera inclinarle a decir la verdad de una vez y a confesar el paradero del cuerpo de la niña, so pena de ver alargada en muchos años su permanencia en prisión; y a la norma, aún en proceso de discusión jurídica, por la que los menores implicados con otros mayores de edad en un delito criminal puedan ser juzgados en el mismo procedimiento, aunque las penas a cumplir estén tasadas por su condición de menores. De esta forma, se evitarían las discrepancias judiciales que se han visto en este caso, cuando Javier García, alias «El Cuco», fue condenado en juicio aparte por un delito menor de encubrimiento, que se contradecía ciertamente con el relato de hechos probados dela Audiencia Provincialde Sevilla y se facilitaría la instrucción judicial. Son reformas necesarias, demandadas por una sociedad que ha visto demasiadas veces cómo criminales de la peor calaña no reciben el castigo que merecen y que, en el caso de los menores, con «El Cuco» ya en la calle, por referirnos al asunto que nos ocupa, producen perplejidad. El crimen de Marta del Castillo, como el de Sandra Palo, la pequeña Mari Luz y el rosario de víctimas del terrorismo etarra, debe servir, al menos, para que se acelere la reforma legislativa en busca de una mayor protección de las víctimas.

Y algunos artículos de ese diario, como el de Alfonso Ussía,  La estética del dolor:

“Hoy recibimos en la sede de nuestro periódico, como protagonista de «La Razónde…», a don Antonio del Castillo. No es necesario que lo identifique. Es el padre de Marta, la niña asesinada por un grupo de miserables que siguen riéndose dela Justicia, y lo que es peor, de la tragedia de una familia. Doy un paso atrás hacia mi juventud. Por una imprudencia propia de estudiantes desapareció en el río Paraná, la vena de agua y madera más caudalosa de Argentina, un amigo. El Paraná se llama así desde el lecho de Iguazú y muere, casi mar, en Buenos Aires. Es un río especial, cantado por todos los grandes guitarreros argentinos, desde «Los Chalchaleros» y «Los Fronterizos», a Eduardo Falú, Jorge Cafrune, Mercedes Sosa, Horacio Guaraní y Jorge Larralde. Sus padres sabían de su muerte porque uno de los compañeros de aventura lo había visto desaparecer entre remolinos y embudos de agua. Pero no encontraron su cuerpo, sus restos mortales, lo que amamos y conocemos, lo que hemos visto crecer y sonreír, amar y exigir, y nacer, que no está escrito en la naturaleza que los padres fallezcan después de lo hijos. Nacemos sabiendo que un día nuestros padres nos abandonarán por ley de vida, pero nos negamos a aceptar que sean los hijos los que nos precedan en los azules infinitos. Aquellos padres viajaron a Argentina, y gastaron hasta el último céntimo financiando, durante meses, la búsqueda de los restos de su hijo, ya dada por imposible por las autoridades. Y una mañana, aquella mujer me llamó loca de alegría. El cuerpo apareció. Lo traían a España y descansaría para siempre entre los suyos. «No creas que estoy loca. Pero tengo la sensación de que ha vuelto a nacer». Ese consuelo en la tragedia no lo han experimentado ni los padres, ni el abuelo, ni la hermana ni los amigos de Marta. Unos homínidos gélidos y perversos, sus asesinos, han creado una red de falsedades, contradicciones y declaraciones perfectamente medidas en la mentira para que los huesos de Marta no aparezcan. La están asesinando todos los días, con una crueldad infinita, que ella ya no padece, pero sí los que la querían por encima de todas las causas y las cosas. Los políticos, cuando se produce un hecho tan estremecedor como ha sido el asesinato de Marta, se escudan en una urna de buenismo tan cínico como hipócrita. Ahí está Bretón, que por vengarse de su mujer ha asesinado a sus dos hijos. Ahí están los ejecutores de Yeremi, de todas las chicas jóvenes violadas y asesinadas, de Anabel Segura, de Rocío Waninkoff, y un larguísimo y negro etcétera. Dicen los políticos que no es conveniente «legislar en caliente». La ciudadanía pide y exige un claro paso hacia el castigo de este modelo de seres infrahumanos. Lo mismo con los terroristas. Las víctimas del terrorismo, sus familiares, sólo tienen el camino del cementerio, y Bolinaga, «Ternera», De Juana Chaos y demás seres putrefactos están en la calle. Francia acaba de darnos una lección condenando a cadena perpetua a un etarra que asesinó en suelo francés a dos guardias civiles españoles. Nadie quiere que se legisle en caliente, pero ya es hora de que se legisle en frío, y no lo hacen. Esa ley que protege a menores de edad, como el hijoputa del Cuco, no es admisible. Un menor de edad que se dedica a asesinar no es un menor de edad cualquiera. Es un canalla y lo será siempre. Don Antonio, su mujer, su familia no se han derrumbado. Insisten en encontrar a Marta, y en que los asesinos paguen con justa desesperanza su crimen. Espero, que muy pronto, tengan el consuelo del encuentro. Y espero también, que sus cobardes y fríos asesinos no encuentren ni un rincón de amparo en lo que les resta de sus vidas. Y a legislar. No sean cobardes”

O el de de Cecilia García, Determinación, entereza… dignidad :

“Resulta difícil asomarse a los acuosos ojos de Eva Casanueva sin abandonarse al dolor que, ni a ella ni a su esposo, Antonio del Castillo los tumba. Se sabía de su entereza, pero, cuando te los encuentras de frente, sin filtros, lo mínimo es ofrecerles un aplauso en pie que nadie, ni ellos mismos, hubiese deseado ni dar ni recibir. Pero las ovaciones se sucedieron, tenía que suceder, era un imperativo moral ante lo que han/están viviendo con un coraje mayúsculo. Y sucedió varias veces, tantas como las que Antonio del Castillo reivindicaba justicia, en una intervención sin papeles, mirando de frente y por derecho a los que le escuchaban con un respeto emocionado no, lo siguiente. Eva Casanueva le miraba fijamente, a veces asentía, otras le sobrevenían algunas tímidas lágrimas, imperceptibles porque no se atrevían a recorrer sus mejillas, tantas veces ya mancilladas por el llanto.

El silencio y el respeto acompañaron al matrimonio. También la complicidad que se veía en los rostros de la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Saénz de Santamaría –sentada al lado de Eva Casanueva, a la que le apretó el brazo en algunos instantes en señal de apoyo–, el ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, y la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, a la que alguna vez, o al menos así lo percibió quien esto escribe, contuvo la emoción cuando Antonio del Castillo contaba cómo alguna vez acompañó a los agentes en las pesquisas policiales.

Antes de su intervención, el vicesecretario de Política Autónoma y Local del PP, Javier Arenas, y la ministra de Sanidad, Ana Mato, se acercaron a la sede deLA RAZÓNpara saludar al matrimonio. En la corriente de cariño no hubo intermitencias. Los políticos no son ajenos cuando la vida da un puñetazo en el estomágo tan seco que deja sin resuello a unos padres y a una sociedad que les tiende la mano. Esteban González Pons se despidió con afecto, ante un Antonio del Castillo y una Eva Casanueva a los que no les sobrepasa el cariño, aunque sí ser el centro de atención por vivir en primera persona unos hechos deleznables.

La presidente dela AVT, Ángeles Pedraza, Irene Villa y su madre, María Jesús González, saben mucho de la violencia y la crueldad extrema que está viviendo esta familia. Después de los años, ellas tampoco desisten de una lucha en la que hay que estar alerta todos los días, sin miedo y con tesón, y, ayer quisieron estar con ellos, discretamente, intercambiándose frases ajenos a lo que sucedía a su alrededor.

Los padres de Marta del Castillo también estuvieron arropados por tantos y tantos periodistas que se han interesado por su caso desde el minuto uno. Don Antonio lo agradeció explícitamente. Susanna Griso, que les ha entrevistado en numerosas ocasiones miraba al progenitor de la joven con una sonrisa –que a veces se tornaba en un gesto de gravedad con ternura–, asintiendo con la cabeza en numerosas ocasiones. También estaba su compañero en «Espejo Público» Alfonso Egea. Como dijo Alfonso Ussía, la visita de Antonio y Eva fue un honor para «LA RAZÓN». Y lo fue pero, insisto, tan hiriente por partir de un horror tan deleznable…”

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