Del “ poderoso caballero es Don Dinero ” a la “pastuqui” actual

francisco correa

Si para Quevedo era don Dinero, un poderoso caballero, con el que se conseguía casi todo, para Correa, actualmente en el trullo, es bajado de  categoría  léxica, se le apean los tratamientos y pasa a ser llamado “la pastuqui”, con las connotaciones vulgares y macarras que nos sugiere tal término,  al dinero fácil obtenido gracias al tráfico de influencias, a los favores o cohechos más o menos impropios.

Se dice  además que es una pastuqui importante, nada que ver con la que se obtiene de unas transacciones menores como puede ser la venta de drogas al menudeo o una noche loca en que los servicios de Tele Coca han sido frecuentes, porque aquellos con los que se ha hecho negocio son además personajes muy importantes y gente supuestamente refinada como se supone que es el Bigotes que presume de meterse a todo el mundo en el bolsillo, como Camps y Agag que lo había invitado junto a Berlusconi a su regia boda en el Escorial, lugar como todo el mundo sabe propio de reyes.

Pero no nos inventamos nada: hay unas grabaciones en que Correa para hacerse con el campeonato de Fórmula 1 de Valencia insta a uno de sus socios a que contrate,  «echando hostias», a la empresa que monta las gradas en el circuito de Indianápolis o la NBA, para subcontratarles en Valencia. «Aquí hay pelas y, si sale bien, hay pelas para todos. Una pastuqui importante».

Y de la pastuqui de Correa estos lamentables sucesos nos llevan y nos traen, hiriendo la sensibilidad del espectador del sainete gürteliano con las ramificaciones valencianas, a los terribles “te quiero, un huevo”, “feliz Navidad, amiguito del alma”, oye… que te sigo queriendo mucho”, “contarás durante muchos años con mi lealtad, ¿vale?, “perdona, ¿durante muchos años? No, hijo de puta, durante toda tu vida. Ja, ja… yo quiero que nos veamos con tranquilidad para hablar de lo nuestro… que es muy bonito.”

Sólo por haber sido autores de tales expresiones  deberían ser imputados o condenados a guardar silencio una temporada, lo que dependerá de las señorías que los juzguen y de la amplitud de sus puñetas: del sobreseimiento a una condena ejemplar sólo existe la línea delgada de la ideología.

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