Una valoración de los abucheos a Zapatero

coro de abucheadores

 

 

Hasta que el árbitro no ha pitado el final del partido –y casi durante todo el encuentro que ha durado más de siete años- un determinado grupúsculo muy bien identificado, formado por varias generaciones unidas que abarcan desde abuelos que no han dudado en llevar a sus nietos de la mano hasta jóvenes engominados, los oídos de Zapatero no han dejado de oír unos molestos  silbidos acompañados de insultos variados que han alcanzado hasta a los restos del capitán Lozano y por supuesto a sus hijas sin discriminar  que ha sido su última presencia en público, como el día de la Constitución, o en sus otras apariciones  en que una increíble falta de educación y un exceso de rencor rompían el sagrado silencio que debe imperar en una ofrenda a los caídos por España –y si les apetece también por Dios-, momento en que jamás cayeron tan bajo los abueletes con nietos incorporados, señoras burguesas, ninis engominados u obreros del metal si es que por casualidad ha habido alguno.

Estas actuaciones han molestado a bastante gente, una de ellas a Javier Casqueiro, redactor jefe de El País que decía al día siguiente de los abucheos a Zapatero  al bajar del coche el día de la Constitución :

“Hay que tener mucho rencor, memoria destructiva, resentimiento, mala baba, el corazón espeso, la mezquindad en el cerebelo para vivir en la desdicha de levantarse un día festivo, con ese frío, y llevar a los niños o incluso a los nietos a gritar “¡fuera, fuera!” al coche blindado y con los cristales tintados de una persona que se ha dejado buena parte de sus últimos ocho años de vida en su trabajo -más o menos afortunado, ese es otro debate- por el conjunto de todos los españoles. Esa actuación requiere un examen psicológico, no un análisis o post político. ¡Qué ejemplo!”.

Sin embargo otras, como el irreverente bloguero Pérez de Albéniz , después de ilustrarnos sobre el significado del silbido, concluye con las últimas decisiones de Zapatero en el terreno de los indultos, aunque estos últimos dudamos que muevan a abuchear a los silbadores profesionales que seguramente se jubilarán ahora con las comparecencias públicas de Rajoy:

“Silbar es una muestra de rechazo indolora, agresiva únicamente en lo sonoro, que solo puede producir daños en la autoestima. Se silba a Ramoncín cuando desafina, al operario de la sala de cine cuando se desenfoca la imagen o a Sergio Ramos cuando el centro se le marcha a la grada. Una forma de protesta, el abucheo, que admite combinaciones más o menos ingeniosas: en el Nou Camp a Figo, entre silbido y silbido le tiraron una cabeza de cochinillo”

“Me gustaría recordar que, solo unas horas antes de que la gente le abucheara, el todavía presidente había indultado a Alfredo Sáenz, consejero delegado del Banco Santander. El banquero, condenado a tres meses de prisión e inhabilitación por el Tribunal Supremo, solo tendrá que pagar un máximo de 3.000 euros. El indulto impide la posibilidad de que Sáenz sea inhabilitado por el Banco de España.

Indultar es una cuestión peliaguda. Un ejercicio veleidoso y arbitrario que suele ser la guinda de políticas autoritarias. Cuentan que Franco lo hacía para celebrar sus erecciones: apenas una docena de indultos en cuarenta años.
Indultar no es democrático, ni progresista, ni socialista. Indultar es autoritario, despótico y profundamente injusto. Para silbar a alguien que acaba de indultar a un banquero no hace falta tener, como dice Casqueiro, “mucho rencor, memoria destructiva, resentimiento, mala baba, el corazón espeso o la mezquindad en el cerebelo”. Para silbar al Zapatero que, con la que está cayendo, indulta a un banquero, quizá solo hay que tener un poco de sangre en las venas. Y un par de días después  levantó la pena a dos directivos de Azucarera Ebro condenados por fraude a la Unión Europea a penas de nueve años y seis meses de cárcel por delitos contra la Hacienda de la Comunidad Europea y falsedad en documento público y mercantil, en un fraude que ascendió a 27 millones de euros”

Por esto último quizá estarían justificados los silbidos aunque nos tememos que los silbadores serían otros. Si el mapa de España se ha teñido de azul es porque la ideología vencedora considera una minucia los trapicheos económicos e incluso en algunas regiones ha supuesto un plus que ha otorgado absolutísimas mayorías.

 

 

 

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