Tomas de posición ante el 20-N: Javier Marías

javier marias

Pronto seremos convocados a las urnas y tendremos diferentes opciones, desde la abstención al voto en blanco pasando por elegir a cualquier candidato previo deposito de la papeleta. Todas son legítimas pero son  inoperantes la abstención y el voto en blanco porque si pretenden ser un castigo o rechazo a los partidos que concurren al ser una protesta silenciosa no computan. Sólo los escrutados positivos son los que deciden los que nos van a gobernar aunque sean como fuerza en la oposición.

Como el 20-N está tan próximo supongo que cada cual estará tomando posiciones ante tan señalado día aunque, si nos atenemos a las encuestas, la cosa está meridianamente clara para un absoluta mayoría de españoles –del orden del 16 puntos de diferencia según el ultimo sondeo- y aunque muchos de esos votantes peperos se acerquen a la urnas con las narices tapadas, es lo que toca porque la situación es tan insostenible, tan desesperada, sobre todo por el paro que dobla al de nuestros aliados europeos, que muchos no dudarán en echarse en brazos de González Pons  o de Cospedal aunque tal acción les ocasione una erupción dérmica como si les hubiera picado una medusa gigante. Pero hay que probar. Quién sabe.

Por eso no es mala idea acudir  a algunas mentes privilegiadas y a su fecunda imaginación, caso del brillante escritor Javier Marías, para que no den su opinión sobre el tan importante momento de depositar el sacrosanto voto que tantos milenios de historia ha tardado en llegar.

Hay que advertir que si hace siete años y medio a Javier Marías le daban como mínimo noventa y ocho patadas todas las formaciones politicas que se presentaran, para animarse a votar siempre decidía en su fuero interno que había alguno que le daba ciento veinte patadas y el finalmente elegido solo 98.

“Ante las actuales elecciones se siente igual o más de pesimista: los políticos nos lo ponen cada vez más difícil, y ya tiene mérito. Los últimos años de gobierno del PSOE han sido tan torpes y desastrosos, y tan antipáticos, y tan ridículos, que ese partido me alcanzó las cien patadas y aun me las sobrepasó. Los que se dicen a su izquierda sólo han crecido en simpleza y en ceguera. Los nacionalistas jamás crecen ni decrecen: son iguales a sí mismos, monolíticos, reiterativos, llevan toda una vida encerrados con un solo juguete.

En cuanto a los de la derecha, en nada se distinguen de aquel gobernante llamado Aznar que a una gran parte de la población acabó dándole no cien, sino mil patadas. Así que preveía yo que en esta ocasión -estamos a mes y medio de las elecciones- podía ser de los que se quedaran en casa o depositaran una papeleta impoluta en la urna, en contra de mis convicciones. Nada bueno espero del PSOE ni del PP, menos aún tras su indecente acuerdo para reformar la Constitución, del que hablé hace dos domingos.

Ha aparecido, sin embargo, un candidato que me parece inteligente, oh milagro. Su partido lo considero completamente idiotizado desde hace tiempo, pero a él lo veo inteligente, a años luz de todos los demás. Y tampoco creo estar solo en esa apreciación, dado que es siempre el político mejor valorado en los sondeos -o el menos denostado, si se prefiere-. Sin duda es artero y ocasionalmente demagógico, pero nadie que se dedique a su profesión está a salvo de eso, y quizá no deba estarlo, más le vale. Lo cierto es que Rubalcaba argumenta y razona y explica, lo cual se diría lo mínimo que ha de exigírsele a un candidato y sin embargo es casi insólito en España.

No chilla, no se desgañita, no suelta una tras otra frases hueras y altisonantes. No da la impresión de tener la cabeza vacía, como les sucede a Rajoy y a Cayo Lara, o llena sólo por una idea fija hipertrofiada, como les ocurre a Urkullu, Mas, Rosa Díez y otros cuantos. Da la sensación de ser un hombre flexible y hábil, con capacidad de maniobra y de diálogo y poco proclive a las ocurrencias «ornamentales» que han jalonado los dos mandatos de Zapatero (y es de agradecer que se abstenga de la cantinela pedestre del «todos y todas» a la que están abonados casi todos -y todas- los de su partido).

Tampoco parece alguien falto de escrúpulos, y eso es fundamental. Su gran inconveniente es que ha formado parte de los últimos Gobiernos. Es mala cosa, no lo voy a negar. Pero, qué quieren, visto el panorama: Rajoy formó parte de todos los Gobiernos de Aznar, lo cual no es ya mala, sino pésima cosa. Si el principal argumento contra Rubalcaba es que es «el pasado», habría que decir que, por desgracia, Rajoy es «el pasado remoto», aquel que nos llevó a la Guerra de Irak con falacias y nos mintió -sin escrúpulos, precisamente- sobre la autoría de los atentados del 11-M.

Me he dejado llevar de la brillantez de este escritor, hijo de aquel filósofo ilustre que fue Julián Marías, que llegó a senador real pero que dimitió hastiado de la banalidad de la clase política en la transición. Pero prometo –este articulo de Marías me lo han enviado- traer  otras opiniones que sean un alegato a favor del candidato Rajoy, si es que me gustan claro

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *