Duros contrastes

Solo aporto al post el título y una exposición de dos hechos de los muchos que se producen en la España de hoy. Si alguno lo tacha de demagógico lo remito al ejemplo de vida del papa Francisco, jefe del usufructuario de tamaño piso, valorado en cerca de dos millones de euros. Esta es la sonrojante historia:

 En Madrid, un solo inquilino:

 Tras el nombramiento de Carlos Osoro como nuevo arzobispo de Madrid, Rouco Varela ha tenido que encontrar una nueva vivienda para residir, ya que, aunque no quería, tiene que abandonar las dependencias del Palacio Episcopal. En los próximos días, tal y como ha informado Infovaticana, el excardenal se mudará a un piso de lujo ubicado en la calle Bailén que es propiedad de la archidiócesis.

 El nuevo hogar de Rouco está ubicado frente al Palacio de la Almudena y muy próximo al Palacio Episcopal. La nueva vivienda del Cardenal es un ático de 400 metros cuadrados con vistas a la Sierra y a El Prado y que dispone de siete dormitorios. La casa está ubicada en el número 12 de la calle Bailén y es propiedad del obispado. Hasta ahora estaba habitada, aunque los cuatro residentes de la vivienda, sacerdotes del movimiento Comunión y Liberación, están estos días mudándose a un nuevo piso, también propiedad de la Iglesia, en la calle Barquillo.

 En Vigo, cinco inquilinos, una familia con tres menores, uno recién nacido, afronta el desahucio de su vivienda:

 La familia de José Enrique Casanova y Laura Velázquez -él, camionero de 45 años; ella, empleada de la limpieza de 43- afronta una situación límite. Hoy el banco subastará su apartamento al ser incapaces de hacer frente a la hipoteca que suscribieron en 2007. Desde ese momento perderán la propiedad de la vivienda. A su cargo tienen dos hijas menores, una joven de 10 años y otra de 17, que hace solo dos semanas dio a luz a un recién nacido. Todos viven juntos.

«Estamos muy angustiados. Somos una familia obrera y en su momento contratamos una hipoteca para comprar una casa. Entonces estábamos bien, pero después empezamos a tener problemas», relata Velázquez. Según apunta, la familia fue informando a su banco de las dificultades que iban encarando, como la pérdida de empleo de su marido, camionero. «Pedimos una condonación de cinco años, durante los que pagaríamos solo los intereses, pero nos respondieron que no»

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