Abuelos maltratados: una muestra

Damos cuenta en este post de ancianos maltratados no físicamente sino psicológicamente, siendo esta última modalidad de maltrato –privación de ver a sus nietos-muchas veces más dolorosa, degradante y perniciosa por los daños colaterales que la primera, que en España alcanza unas cotas alarmantes: según el estudio «Maltrato de personas mayores en la familia en España», elaborado por el Centro Reina Sofía en 2008, una de cada 100 personas mayores de 65 años se siente víctima de maltrato en el ámbito familiar, lo que significa que en nuestro país hay 60.000 ancianos afectados por vejaciones en el hogar, un resultado que seguramente está muy por debajo de lo conjeturado ya que el anciano puede no reconocer abiertamente el maltrato por no ser consciente de la agresión que padece; por miedo, vergüenza o el estigma social que recae sobre la familia maltratadora; o por padecer un síndrome de indefensión.

En el maltrato psicológico –lo que puede traer a corto plazo funestas consecuencias dada las edades avanzadas en muchos casos y en que las defensas orgánicas  suelen estar más bajas- entra de lleno la figura del abuelo separado de sus nietos, un colectivo muy numeroso que se ve impedido de tener una relación normal con sus nietos tras una separación/divorcio pues el progenitor custodio no sólo impide la normal relación de los hijos con el progenitor no custodio sino que hace extensiva esta aberración a sus exsuegros y a toda la familia política.

Si bien el Código Civil protegía, en teoría, la relación abuelos-nietos, en el año 2003 se aprobó la llamada Ley de los abuelos para garantizar aún más la relación abuelos/nietos y en concreto un régimen de visitas de los abuelos con los nietos. Este régimen de visitas de los abuelos es independiente del que tiene asignado el progenitor no custodio aunque la normativa ha servido de poco ya  que la práctica judicial deja al progenitor custodio la capacidad fáctica de veto, vía incumplimiento de régimen de visitas, sin tener la correspondiente sanción penal pues son raras las ocasiones en que estas conductas son castigadas a pesar de estar tipificadas en el Código Penal.

Todos conocemos casos de abuelos que están sufriendo un calvario pues son víctimas de esta práctica, tan antinatural y abusiva de algunos padres, normalmente madres que suelen ser las detentadoras de la custodia de los niños, que llevados de unos sentimientos destructivos e irracionales, provocan unas situaciones perversas y que provocan un daño irreparable no solo en el niño sino también en el entorno.

He conocido la situación de uno de estos abuelos a través de una carta a su nieto que les ofrezco a continuación con su aquiescencia por si, según me afirma, puede servir de consuelo a otros afectados o de acicate ala Administraciónpara solucionar los casos más extremos:

CARTA A CÉSAR, MI NIETO

José Palacios Royán

Querido nieto:

Hoy, domingo, cuando ya la primavera apunta, y ando aquí que si sí que si no, me he ido hacia el teléfono para llamarte y hablar contigo. ¡Torpe! No había caído en la cuenta de que, pese a que eres ya todo un niño de cuatro años, aunque hace tiempo que el tiempo nos acercó, tengo que esperar al martes, de cuatro y media a ocho y media, para verte y abrazarte. Es lo que está escrito, dice quien lo dice.

No sé si es el dolor que no cesa el que me ha llevado a buscar entre los viejos papeles la carta que te escribí un día, que no te llegó. Te la vuelvo a enviar con la esperanza de que si te llega esta vez y la lees, comprendas que no es “lo que está escrito”, sino alguna otra cosa lo que impide que no estés más tiempo con tu padre y con los padres de tu padre, tus abuelos. Tolle, lege. Y ama a todos con toda tu alma.

“Te echo de menos, César, te echo mucho de menos. Mañana cumplirás seis meses. Quisiera estar a tu lado, darte un beso, abrazarte y canturrearte, con mi torpe voz, alguna coplilla de esas que le cantan los abuelos a sus nietos. Pero no, seguiré sin verte; eres aún “muy pequeño”, dicen, para que mi hijo, tu padre, pueda traerte un rato a tu otra casa, la de tus otros abuelos. Porque tienes también otros abuelos, los padres de tu padre; y una tía, la hermana de tu padre, y…

César, te esperábamos para mediados de febrero, pero tú, que querías estar ya con todos nosotros, le hiciste un recortón al tiempo y, en un frío mediodía de enero, nos trajiste el calor que da siempre una nueva vida. Lloré de emoción al verte, tan pequeño, tan grande. Te vi crecer durante un mes, te vi reír, llorar como lloran los recién nacidos, te tuve en mis brazos. Era feliz.

Pero una noche la sinrazón entró en tu casa y te alejaron cruelmente del día a día con tu padre, del de vez en cuando con tus abuelos, con tu tía, tu bisabuela…

No sé cuándo volveré a verte, no sé cuando volveré a tenerte entre mis brazos, no sé cuando dejarás de ser “muy pequeño”, pero tienes que saber que te quiero, que te quiero con toda mi alma. Y que te espero, te esperamos.  Como esperamos que algún día, cuando quieras saber por qué al despertarte no tenías a tu padre junto a ti, por qué tu padre no te mecía a la hora del dormir, alguien te responda con verdad. Esa verdad que ahora se oculta y se cambia en absurda maldad. Alguien tendrá que decirte por qué le están desgarrando las entrañas a tu abuela Ana, por qué le están quitando la vida, por qué no dejan que te tenga en su regazo. ¿Por qué?

Créeme, César, nunca pensé que corazones cercanos pudieran albergar tanta sevicia, tanta crueldad. El calor que trajiste a nosotros es ahora frío, pena, dolor. La deslealtad nos ha propinado un terrible mazazo, la deslealtad de aquéllos en quienes creías, a los que siempre habías querido.

Ya no puedo, querido nieto mío, recuperar estos tus primeros meses; tampoco sé si veré tus pasos primeros, ni si este corazón mío, herido de tu ausencia, vivirá hasta que podamos hablar como habla un nieto con su abuelo, como habla un abuelo con su nieto. Pido a Dios que me dé vida para que así sea.

César, nieto de azules ojos, de rubio cabello, de alegre sonrisa, abraza a tu padre con fuerza en esos ratos en que os dejan estar juntos. Quiérelo como él te quiere a ti.”

Tu abuelo José.”

 

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *