“Una mujer acuchilla a su marido en Leganés”
Esa es la escueta noticia pero ya el narrador del suceso la presenta de una manera tendenciosa poniéndose en la piel y en la cabeza de la presunta asesina: “No esperó a que el capítulo de los supuestos malos tratos se cerrara con su muerte”.
El informador “ya sabía” que el peruano M.D Añasco la iba a matar, antes incluso de que la también peruana Sara Elizabeth dijera a la policía que lo apuñaló por los malos que le(la) infringía de forma continuada y que ya no aguantaba más: zanjó la cuestión con una puñalada certera en el corazón de M.D. Antes había engañado a la policía diciendo que lo habían atracado y herido en la calle y que subió arrastrándose…
Nuestra hábil policía no se tragó la trola al ver que no había rastros de sangre ni en la escalera, ni en el ascensor y sí en las ropas de ella, que rápidamente confesó: lo hizo, con la justicia en su mano en forma de cuchillo de cocina, porque ya no soportaba más malos tratos.
Malos tratos de los que no hay constancia: ni denuncias previas ni orden de alejamiento, ni ruidos ni jaleos domiciliarios.
Estamos, pues, ante unos malos tratos y crimen rodeados de silencio, lo que no suele ser habitual.
Lo cierto es que a la presunta asesina la van a juzgar ahora por el código penal común y no con arreglo a la Ley de violencia doméstica, que tiene un plus favorable para la mujer, la que es discriminada positivamente y que algunos juristas consideran anticonstitucional: una vez más no somos iguales ante la ley.
Vaya racha que llevamos en que se producen abundantes casos de fraudes de ley y eso que sólo sabemos de los casos más llamtivos, como el de Lydia Bosch, que dicen que gana 30.000 euros por capítulo en la series que protagoniza y acusa al marido de abusos sexuales, hace seis años, a una hija suya, y al mismo tiempo le pide 23.000 euros para la manutención de sus hijos más un porcentaje elevadísimo de los emolumentos de su marido en el proceso de divorcio que ha iniciado: vaya cómo se las gasta Lydia, la de la eterna sonrisa.
Todo lo dicho anteriormente es concediendo a todo el mundo la presunción de inocencia: de Sara Elizabeth, de Lydia Bosch y de su marido. Dura tarea para nuestra justicia y exceso de trabajo para nuestros magistrados aunque algunos de ellos se busquen trabajo extra en el exterior, paladines de la justicia universal.