Mario Benedetti, el poeta del compromiso, muere en Montevideo

mario benedetti

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 A los 83 años el escritor uruguayo Mario Benedetti, al presentar en el Círculo de Bellas de Artes de Madrid su libro de cuentos El porvenir de mi pasado, confesó  que si bien a su edad siente »cada vez más cercana» su propia muerte, lo que más le aflige »es la muerte de la humanidad, que con Bush y sus aliados va hacia el suicidio»

El título del libro es una cita de un verso del poeta mexicano José Emilio Pacheco, recién galardonado con el XVIII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, convocado por Patrimonio Nacional y la Universidad de Salamanca y  dotado con 42.100 euros, al que elogió tras admitir que había estudiado a fondo su obra, pero también es una metáfora de la intención literaria del libro:

»El porvenir de mi pasado» está diciendo que hay cosas del pasado que quedaron muertas, que no existen más, como muchas veces la infancia que se ha quedado en penitencia para siempre. Pero hay otras cosas del pasado que sobreviven y que abren una brecha hacia el futuro y ésas son las que yo quiero rescatar: aquellas cosas del pasado que van a tener vigencia en el futuro”

Cinco años más, a los 88 años, ha muerto  en Montevideo, debido al empeoramiento de una enfermedad intestinal crónica que padecía desde hace mucho tiempo.

Cultivó todos los géneros posibles, desde la poesía,»Inventario» entre los más leídos a la novela: «La Tregua» y «Gracias por el fuego”. En total, unos 80 libros.

De siempre muy comprometido con la libertad, la democracia y los derechos humanos de los pueblos, cuando falleció Pinochet, Mario Benedetti dijo  que «la muerte le ganó a la justicia», «es la muerte de un dictador que fue muy cruel con una parte de su pueblo. En este caso la muerte le ganó a la justicia», en referencia al proceso judicial inconcluso que afrontaba Pinochet por asesinatos y violaciones a los derechos humanos durante su régimen.

Algo de lo que escribe hoy de él Juan Cruz en El País:

“Murió Mario Benedetti. El poeta resistente, que vivió el exilio y la enfermedad (un asma pertinaz, obsesiva) le fueron rompiendo, pero él se mantuvo siempre «en defensa de la alegría”. Era al final (y esta expresión la acuñó él) un desexiliado. Pero su alma sufrió las heridas de todos los exilios.”

“… en un tiempo él fue política, enteramente, sus poemas estaban al servicio de la rabia que le produjeron las dictaduras del sur, la suya, la uruguaya, que le persiguió a muerte, y la argentina, que fue cómplice de aquella y también quiso matarle”.

“…Era un hombre cordial, enteramente, pero era un tímido absoluto”, “su apariencia era la de un juez de paz, pero nunca hubo paz dentro de su alma, ni siquiera cuando se le vio feliz, con sus manos a la espalda, con su mirada desvaída por las lentillas, con su bigote largo e invariable a lo largo de una vida en la tantos se enamoraron al tiempo que recitaban sus poemas o escuchaban las canciones que hicieron con sus versos su paisano Daniel Viglietti y el catalán Joan Manuel Serrat. “

“Era un hombre insobornable, el más comprometido de su tiempo. Su muerte deja en silencio mustio su época, su ejemplo y la raíz de sus versos. Pero los muchos que le cantan no lo dejarán, como él decía del verdadero amor, en lo oscuro.”

Cuando se fue quedando solo, cuando empezó a decir “para qué” comenzó a escribir versos como estos:

«Me he ido quedando sin mis escogidos/ los me dieron vida/aliento/paso/ de soledad con su llamita tenue/ y el olfato para reconocer/ cuánta poesía era de madera/ y crecía en nosotros sin saberlo/ Me he quedado sin proust y sin vallejo/ sin quiroga ni onetti ni pessoa/ ni pavese ni walsh ni paco urondo/ sin eliseo diego sin alberti/ sin felisberto hernández sin neruda/ se fueron despacito en fila india».

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