Una época,desde la nostalgia (3)

Por motivos que desconozco y quizá debido a algún tipo de influencias,quizá porque tenía un tío republicano que al al ser amigo de los dos citados anteriormente, y al haberme oído el miedo cerval hacia aquella clase,supongo,en una época en que no se habían inventado los traumas infantiles,quisieron en un misterioso conciliábulo, que pasaría inadvertido a las rigurosas fuerzas vivas, que pasáramos directamente a la Tercera, de la que el único recuerdo que tengo es una caligrafía en la pizarra que decía «Esta tarde iremos al entierro de Antoñín»,un compañero de calle Santa Ana,que había muerto el día antes, en unas horas,»de la meningitis».Eran tiempos escolares,tiempos de mucho silencio,y no estamos parodiando a Luis Martín Santos en su «Tiempo de silencio» que fue muy posterior,hacia 1962, la guerra estaba acabada pero aún humeaba, tiempos en que se escapaban muchas bofetadas-galletas que no eran de las más temibles que se podían recibir, porque estas últimas, en los cuarteles,en los colegios, se daban con las manos abiertas,menos daño, y lo peor era cuando la mano permanecía cerrada,el puño de Perogrullo, o se utilizaban los pies,las muletas,los anillos,las reglas,las varas. Tuvimos ocasión de presenciar el uso y el abuso de todos esos instrumentos, no sólo en las escuelas y colegios, sino también en los  descampados, cuando en los mercados de ganados que se celebraban al aire libre el gitanillo de turno era cogido en un pequeño hurto y allí in situ recibía una brutal paliza para se olvidara de delinquir. Antes el muchacho había corrido mucho por el descampado,con alpargatas o descalzo, extremo que no recuerdo, pero es que la autoridad competente iba a caballo.De todas formas no quiero entrar en detalles más escabrosos porque corren unos tiempos en que cada vez se fuma menos pero en los que hay una tendencia generalizada a cogérsela con papel de fumar.

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