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Y no es para menos, en el programa de Cristina López Schlichting, en una casa que debería cultivar el recato que emana de la dignidad que se le supone a la CEE no deberían escucharse palabras o expresiones que chirrían, tales como las pronunciadas por el Follonero y que apuntamos: “moco vaginal”, “preservativos”, amén de las chuscas o poco cristianas referidas al Chiquilicuatre: «Esto del Chiqui-Chiqui… La culpa fue de Zapatero; quiero decirlo desde ahora. En una España como Dios manda jamás se hubiese permitido que una piltrafa humana como El Chiquilicuatre hubiese llegado a Eurovisión» o “Soy un contertulio en prácticas, soy como el becario vuestro, si queréis algo, un café, un agua, un gintonic, yo os lo traigo…». O mencionando el nombre de Dios en vano, cuando le despidieron: «si Dios quiere, volveré».
Y ha sentado mal esta ascensión del Follonero al cielo de la onda mediática COPE sobre todo a aquel que fue un día aherrojado a las tinieblas exteriores como se hacía antes con los réprobos, a Federico, porque afirma: ”Cesar o yo, ateos y herejes y gente de malvivir y tal,…pues hombre. Bueno, nunca lo hubiéramos hecho y si eres una profesional de la fe pues entonces puedes llevar al Follonero y alguna cosa más que prefiero no mencionarlo. Lo he visto en Youtube. Mira que si ahora se ha hecho anticlerical Cristina López Schlichting…”
Y en “La Voz Liberal”, se dice:
«El Follonero», presentador de «Salvados», uno de los puntales intelectuales de la creada a imagen y semejanza de Zapatero cadena de televisión «La Sexta». Cada emisora de radio tiene sus criterios a la hora de elegir sus tertulianos, lógicamente, pero en este caso, aparte del nulo interés del personaje, es una muestra, en primer lugar de escasa coherencia, después de que desde la COPE se anunciara y casi celebrara el año pasado la pérdida de patrocinios de «La Sexta» por sus ofensas continuas a la Iglesia y los católicos, ilustra bastante bien los intentos de la emisora, tras la marcha de los «crispadores» Losantos y Vidal, de congraciarse y hacerse perdonar por individuos que no son referente moral de nada. En el caso, concreto de «El Follonero».
