Nadie se explica que el Barça siga presidido por un político radical

la marcha de las antorchas

manifestacion independentista

Lo único que justifica algo la situación es que el club ha conseguido los mayores éxitos de su historia pero al precio de que una institución deportiva tan prestigiosa sea utilizada como catapulta para fines espurios, como puede ser hacer carrera política en un partido independentista.

Algo intolerable para las innumerables peñas que existen en Cataluña y fuera de ella. Así César Hernández Jiménez, presidente de la peña del Barcelona Barcavila, afirma: «No me parece bien que Laporta mezcle política y deporte. Está consiguiendo que en vez de hablar del triplete la gente hable de manifestaciones políticas y declaraciones independentistas”, “Yo no soy catalán, soy del Barcelona a muerte, y no tengo por qué aguantar muchas cosas».

Miguel Ángel San José, presidente de la Peña Johan Cruyff de Arévalo: «Es una pena que en la mejor época económica y deportiva del equipo estemos más tiempo hablando de Laporta que de los éxitos. Este señor no tendría que mezclar política y deporte porque representa al club», «Maneja el club para un beneficio propio y de acuerdo con sus intereses. No se da cuenta de que, por su imagen política, mucha gente que pasa del fútbol, rechaza al Barcelona porque lo vincula con él», «El club hace años tenía unas miras universales y estaba abierto a todo el mundo”.  Cuando dijo que Cataluña es una nación dentro de España y la Comunidad de Madrid es una distribución administrativa que marca la Constitución muchos madrileños del Barça se han sentido mal: «El Barça es cada vez más odiado. Hasta los seguidores del Atleti, cercanos a nosotros, empiezan a odiarnos. Y, como curiosidad, muchos bares no quieren tener este año lotería del Barça para evitar problemas con sus clientes, que no quieren ver un décimo con el escudo del Barcelona. Y todo esto, por las estupideces que dice el del puño en alto».

Josep Maria Armengol de la Peña de Vilafranca del Penedés le aconseja: «Que se dedique al deporte y deje la política. Debería centrarse en el fútbol. Lo único que consigue es ir contra sí mismo. Lo mejor es que dedique su tiempo al club».

Lo cierto es que este personaje al que no conocimos hasta el ridículo que hizo en un aeropuerto al quedarse en calzoncillos porque los empleados de seguridad le exigieron que cumpliera la normas no deja de montar escándalos, los dos últimos con el presidente Revilla y con el de Extremadura al que ha llamado imbécil en 10 ocasiones por considerar que se quería hacer propaganda a su costa y la normalidad para él es la asistencia puño en alto a manifestaciones independentistas. La última la de anoche, la de las antorchas en recuerdo de Companys al que Franco fusiló en Monjuich.

Ignacio Camacho, con su acerada y acertada pluma le ha hecho en ABC una semblanza de la que destacamos:

“Convergencia i Unió no parece lo bastante independentista ni imprudente para aceptar su fichaje, Esquerra teme por la cohesión de su vestuario y sólo el pequeño Reagrupament del ex terrorista Carretero parece dispuesto a acoger a un crack mediático capaz de ponerlo en el mapa con su tendencia a la sobreactuación exaltada, al gamberrismo dialéctico y al exabrupto malcriado.

Ahora que va a salir del club aspira a la política, un ámbito en que la vanidad suele ir pareja con la incompetencia y donde la falta de talento o de profesionalidad siempre encuentra disimulo en una buena máscara de radicalismo. El soberanismo catalán, que abunda en fantoches expertos en la provocación agitadora, le ofrece campo para explayar su propensión a la insolencia.
Como entrenamiento en esa esgrima bronca ha utilizado de sparrings a un par de presidentes autonómicos -el populista Revilla y el ponderado socialista Fernández Vara- pateándolos verbalmente con soez descaro, y luego se ha puesto a hacer músculo en rituales de vudú antiespañolista para forjarse una reputación a la medida de su impetuoso arribismo.

En esa carrera equinoccial está arrastrando la nombradía de un club que aunque presume de ser un símbolo de la catalanidad se proyecta también en la universalidad de una enorme masa de seguidores a los que se les dan una higa las obsesiones identitarias porque creen que Companys es una promesa de la cantera.”

 

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