El juez Garzón no ha sido el primero

un señora con la bandera republicanadesaparecidos durante la represiónel poeta marcos ana

El juez Garzón- impasible el ademán, como decía aquella canción falangista, inasequible al desaliento en sortear los obstáculos que le presenta la Fiscalía para sus propósitos, contumaz en investigar sólo los crímenes de la época franquista- no ha sido ni mucho menos el precursor en la investigación de los crímenes de la dictadura franquistas pues hay antecedentes de lo contrario, aunque en los dos ejemplos que les muestro y como no podía ser de otra manera, resultaron dos actos fallidos, como la consulta de ayer de Ibarretxe que, según confiesa, le va a dar nuevos bríos.

El primero ocurrió en 1942 en que el juzgado de Ferrol, juzgó la muerte de cuatro miembros de una familia de As Pontes (A Coruña): los hijos supervivientes de la matanza, desafiaron al nuevo régimen denunciando a los verdugos de su familia en el juzgado de Ferrol. La causa por homicidio llegó a ser tenida en cuenta por el juez instructor, el capitán de Infantería Francisco Antolínez Merino. Lo sorprendente inicialmente es que el cabecilla de los falangistas, Narciso Corral, estuvo en prisión preventiva, aunque no pasara un mes tras los barrotes donde alegó todos los cargos que había ocupado en Falange Española. El juez militar consideró justa la muerte de la familia porque se resistieron a su detención por «desafectos al Glorioso Movimiento Nacional».

Siete décadas después, el nieto que sobrevivió escondido en un baúl de trigo, pudo ver la exhumación de la fosa de su padre, madre y hermanos. Los recuerdos del crimen los relata Antonio Castro, nieto de un amigo íntimo del padre asesinado que viendo lo que le iba a ocurrir le pidió que contara algún día la verdad.

En los años 80, el Ministerio de Justicia respondió al hijo de un fusilado en la cárcel de Guadalajara que la ley de Amnistía ya había perdonado a los verdugos de su padre.

Otro personaje interesado en aclarar los hechos es el poeta Marcos Ana que sólo desea que alguien le dé un papel que diga que su padre fue inocente. Ve necesaria la actuación de Garzón pues opina que no hay que confundir la amnistía con la amnesia. Él estuvo preso 23 años en las cárceles franquistas, casi todos ellos condenado a muerte por su militancia antifascista.

Escribió “Decidme cómo es un árbol. Memoria de la prisión y la vida”, y desde que salió de la cárcel ha dedicado su vida a viajar para homenajear a sus «hermanos oscuros», los presos políticos con los que compartió tortura:

«La cárcel te obliga a desarrollar ciertas facultades. Conocíamos los pasos de cada guardián, si llevaba marcha rutinaria o eran los pasos de la muerte. Recuerdo que estábamos cuatro condenados a la espera de que llamasen de madrugada a los próximos fusilados y antes de que el guardián abriera la boca sabíamos por la forma de los labios si iba a decir Ricardo o Pedro.Esta página de la historia no se puede arrancar para que se la lleve el viento del olvido, hay que escribirla si hace falta con trazos de sangre para que no se vuelva a repetir.”

Las anteriores notas y los versos que siguen nos lo ha proporcionado el diario PUBLICO:

Extracto de un poema escrito en el vigésimo segundo año de su cautiverio

Decidme cómo es un árbol
Decidme el canto del río
cuando se cubre de pájaros.
Habladme del mar, habladme
del olor ancho del campo,
de las estrellas, del aire.
Recitadme un horizonte
sin cerradura y sin llaves,
como la choza de un pobre.
Decidme como es el beso
de una mujer. Dadme el nombre
del amor, no lo recuerdo.

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