La periodista del corazón, que vive un año sabático, había ido en compañía de su pareja, prometiéndosela muy felices, a pasar unos días a la capital del mundo, que dicen que es Nueva York, en donde, debido a la fortaleza del euro, es más fácil vivir.
Pero sus pretendidos gozos en un pozo: fue confundida, vía huellas digitales, con una terrorista y así fue detenida, según ella “retenida” al no haber superado en su aislamiento e incomunicación un número determinado de horas, por varios policías, uno de ellos mujer, a los que ella, ya en España, ha calificado de “sabuesos imperialistas”.
Se ha considerado vejada, maltratada y humillada, le tomaron las huellas varias veces, y mientras tanto, “casi me di de cabezazos contra la pared, estuve “casi” en estado de coma”. Describe así su lamentable situación y como de “cuchitril” el lugar donde estuvo varias horas en estado de shock.
Al cabo de las cuales le dijeron que se podía marchar, se encontró sola en el aeropuerto hasta que aparecieron su pareja con las dos maletas, un empleado de la compañía bajo cuya bandera voló, y un funcionario federal con el maletín que faltaba y que le dijo: “Este maletín puede contener explosivos”, el mismo que ella, llena de ira, arrebató al funcionario, lo estrelló contra el suelo y le dijo: “Ahora, póngase los guantes y regístrelo”.
Ha presentado una demanda contra los policías, amenazando con llegar hasta el final.
Además de este apasionante asunto, entre otros, se habló en La Noria de la marcha de Alfredo Urdaci, en donde habló de su interrumpido libro sobre Letizia y de las bondades como empresario y persona de Paco El Pocero, de si Aznar es o no es un buen ex presidente, y de la prostitución de lujo. Y el desahogado y simpático Jordi González de quedó tan a gusto.
