Los toros españoles temen la llegada del verano (1)

Juegos con los torostoros de fuego

Vaya por delante que no somos ni antitaurinos ni nada por el estilo. Es más, a veces, hemos ido a las plazas de toros a ver el espectáculo e incluso hemos llegado a percibir el arte de algunos toreros en el ruedo, su habilidad para no ser cogidos, la exaltación que se produce en los tendidos y el éxtasis cuando los arcángeles del toreo han bajado a la plaza, en contadas ocasiones, eso sí, para aplaudir al miedoso y exquisito Curro.Y por ser considerada la Fiesta Nacional y ser el toro unos de los símbolos patrios, todo lo que la rodea merece respeto, aunque no todo lo que en su nombre y a su rebufo se celebra en España, en toda la piel de toro.

No nos referimos a los que son lidiados en las plazas de toros regladas. Éstos, antes de recibir la estocada final o el verduguillo, apenas están en el redondel unos quince minutos, durante los cuales se establece una lucha de igual a igual en que no siempre embisten al trapo rojo sino que recogen entre sus astas al artista que suele ir engalanado a la manera papal, o por lo menos las zapatillas sí son de esa guisa y en las que predomina el color rosa. Una vez que son ensartados por los pitones sufren múltiples heridas de las que suelen tardar pocos días en sanar y rara vez consiguen matar a su lidiador que, con unos movimientos cargados de estética, burla sus acometidas hasta que son colocados mediante sucesivas correcciones en la posición idónea para sufrir el estoconazo, el pinchazo, el bajonazo alevoso o el descabello, después, a lo mejor o a lo peor, de muchos pinchazos en la cabeza con el verduguillo que, desde luego, no deseamos a nadie.

Pero, como decimos, es  una lucha  que se establece con cierta igualdad entre el matador y el toro, si dejamos aparte al percherón de turno y a los ágiles banderilleros.Y esto es así porque el número uno, el  más cotizado de todos los matadores, José Tomás, es cogido por el toro cada tarde y  hasta tres veces. Y hay quien paga hasta dos mil euros por corrida al tener asegurada la emoción.

El toro muere siempre aunque todas las temporadas le perdonan la vida a unos pocos y, si se recuperan de las graves heridas que le infringen el picador y los banderilleros, son devueltos al campo para aprovechar su simiente, si es que el estrés traumático que recibe en la plaza no hace que se le quiten para los restos las ganas de hacer el amor-ya saben los lectores que esto es un galicismo a evitar- o de copular con las vacas por mucho que éstas se muestren enamoradas por la leyenda que sobre él se ha extendido en la manada.

6 comments

  1. Cesar R. Docampo

    “Si yo fuera gobernante, suprimiría las corridas” (Christiaan N. Barnard)

    ¡No matarás en vano!

    . . .

    Su visita a Madrid en Mayo de 1968 coincidió con las fiestas de San Isidro. Barnard vino acompañado de su esposa Lowkie, y fue maestro de ceremonias el Dr. Martínez Bordiú.

    En la Residencia Sanitaria de La Paz, asistió Barnard a una operación de estenosis aórtica realizada por el Dr. Bordiú. En un quirófano experimental realizó un trasplante de corazón entre dos perros. En el bar de la Clínica, tomó de refrigerio unas naranjas españolas y, acto seguido, pasó al salón de actos de la Clínica La Paz donde Barnard expuso y defendió sus técnicas operatorias.

    En todas partes llegaba y convencía. Se le admiraba porque tenía fibra de líder. Se le envidiaba porque había ido más allá que otros. Ahora se le invita y condecora porque comienza a ser un ídolo.

    El Dr. Barnard fue recibido por el ministro de Trabajo, siendo invitado de honor de don Eduardo Barreiros. En su tránsito por España algunos llegaron a compararlo con un Jesús de Nazaret: agolpábanse las multitudes, llegó incluso a bendecir a los niños que le eran presentados, como ocurrió en Zaragoza. Barnard posó para el escultor Juán de Ávalos, se fotografió con la Maja Internacional, Mª. Dolores García Pallás, y con la representante chilena, Laura Martín.

    Todo fantástico, fenomenal. Pero, llegó la tarde…
    Después del convite en la finca de Valdemorillo de la Fundación Eduardo Barreiros, juraron darle a los Barnard una tarde de gloria y los llevaron a la plaza de Las Ventas del Espíritu Santo de Madrid. Los mantones de chulapa, las botas de vino empinadas, un sol brillante, muchos clarines, mucho “trapío”, más un poco de “aquí cada cual a su negocio”, todos se prometían una tarde espléndida. Curro Girón, Rafael Peralta y Paco Camino, con bordados de oro y plata, salieron al ruedo al compás del pasodoble, dispuestos a cuajar una faena elegante y de líneas puras. Entre el sol, las mantillas, el humo de los habanos, bastante “cuéntame” y algo de “si me dices ven…”, daba comienzo la España cañí.

    Sonaron clarines. Se cuajaba el silencio. Y salió el bicho, justo de presencia, un fragmento de volcán. La mirada erguida y bravucona. Se agita lejos un capote. Comienza el desafío y allá se arranca el toro buscando la nada de un color en tela. Es engañado catorce veces. Y son catorce los olés que suenan por un nada sin nada. Vuelve a sonar el clarín y aparece el caballo montado por una sanguijuela en un pausado travelling circular. El toro lo ve y allá se va bravío a clavarse con toda su raza en un forcejeo de corajes epilépticos a la vez que el arquero rupestre alancea un lomo noble e indefenso. Clava, aprieta y desclava, castigando la prestancia. Abronca el tendido y, por segunda vez suena el clarín, dando paso al minué. Correndeta y danza de medidas aritméticas, cuerpo a cuerpo: el danzarín, dos banderillas enarboladas y, ¡zas!, se hincan en el lomo ensangrentado del macho. Barnard sufre al ver las banderillas de colorines bailoteando. No comprende aquel derroche de burlas y sufrimiento, celebrado con exageración de palmas por todos los allí presentes. Como si gritaran: ¡Crucifícale, más, más!

    Cambiaron de tercio. Surge un silencio. Curro Girón camina hacia el palco con la montera en su mano derecha. Saluda al presidente y a la familia Barnard a quien le dedica su faena y le lanza la montera con sumo acierto, dispuesto a iniciar una faena compacta y redonda. El toro está quieto, chorreando sangre lomos abajo. Curro Girón sabe que tiene delante un toro suavón con largura en las embestidas, y lo llevó enganchándolo por delante. El toro amagaba con venirse abajo en un par de ocasiones, pero Curro Girón sabe darle los desahogos convenientes. A estas alturas, la postura arrogante del torero carece de sentido por la falta de toro. Ya no hay chispa en el animal. Hay que perderle pasos. Girón dio unos cites de frente. El toro le arrebató la muleta de un pisotón. Acudieron los de su cuadrilla a cubrirlo. Entre el público, sopor y bostezos. El toro, pegando tornillazos en las embestidas, se caía. Curro Girón se le acerca. Lo endereza, da pasos atrás. El toro, quieto, frente a frente tiene la punta de la espada que ha de atravesarle. Se empina el torero afinando la puntería. Buena estocada. El toro herido de muerte mira al público, se marea, vierte sangre por la boca a borbotones, le fallan las patas. Se repone, va hacia el tendido, se rehabilita, quiere atacar y cae erguida la cabeza. Sangra. Sangra por la boca a borbotones.Lo descabellan a la cuarta y, al instante, muere.

    Otro tanto o eso mismo hicieron con cinco toros más. Una tarde de toros espléndida.

    Christiaan N. Barnard sonríe de compromiso. Había bebido por la bota, había recogido con destreza la montera del torero y el sombrero del rejoneador. Al salir de la plaza de Las Ventas del Espíritu Santo, primera Plaza del mundo, dos automóviles de la flota Barreiros lo alejaron de aquella fiesta cruel. Y dicen que Barnard comentó por el camino: “Si yo fuera gobernante, suprimiría las corridas”.

    Pasaje extraído de mi novela histórica “Christiaan N. Barnard en La Taberna de los Mares”.

    César R. Docampo

  2. Los personajes son reales: el Dr.Barnard,el Marqués de Villaverde, los toreros famosos(Girón, Peralta,Camino)…Lo narrado ¿es real o es ficción?

  3. Lo escrito por el señor Valencia es cualquier cosa menos un artículo. Y no lo digo sólo por el contenido, tan endeblito como superficial, sino, y sobre todo, por la lacerante torpeza expositiva. Cuando asegura que toro y torero se encuentran en el ruedo en igualdad de condiciones, cualquier lector soltaría una carcada. ¿Igualdad de condiciones? Cuando el animal (me refiero al de cuatro patas) se ve herido, sofocado o anémico, ¿va alguien a socorrerle como le ocurre al torero en apuros? ¿Hay alguna enfermería para el animal?

  4. Lo de escribir es un eterno acto de aprendizaje y siempre tendrá uno la colaboración de bípedos implumes que nos ayudarán a pulir el estilo e incluso a dotarnos de la demagogia sensiblera necesaria para acercarnos a ciertos temas. Siempre habrá cultos latiniparlos rajándose las vestiduras por el sufrimiento del noble bruto a lo largo de diez minutos. Nos quedaremos sin saber si esa doliente sensibilidad la aplica también al animal de dos patas,(como agudamente describe por exclusión a sus semejantes), que éste si que sufre durante más tiempo y en otro ruedo más difícil. Un pedante añadiría, «el ruedo de la vida».
    Reconociendo no tener ni zorra idea del asunto de los cornúpetas y de lo otro, un aprendiz, me encantaría que algún aficionado contestara a tanto retoricismo vacuo que exhala. Aunque de momento sí creo saber que no hay enfermerías para toros y sí mucho espíritu sensible deseándolo. En el nombre de Axius solicitamos a la ministra de Igualdad promueva que en las facultades de Veterinaria haya cirugía específica para toros ya que la hay para los toreros heridos por asta, con el asesoramiento de José Tomás y del experto que ha promovido este comentario.

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