Marta Domínguez es la auténtica Chica de Oro de España

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Y lo es no sólo por el oro conseguido ayer en Berlín sino por su trayectoria áurea vital marcada por el esfuerzo hacia una meta a la que llegan unos cuantos elegidos: ser la primera en el mundo en una disciplina deportiva es algo que debe llenar de orgullo a quien lo consigue, y de paso a todos los que pertenecemos al mismo país, sin que nos concedamos ni un solo ápice de autocomplacencia o de triunfalismo: es el premio a un esfuerzo y ese es un valor que los pueblos tienen que cultivar para no verse rezagados.

El origen de este post no es volver a rememorar la gesta conseguida ayer, que ya habrá sido recordada hasta la saciedad y diseccionada por los expertos deportivos, sino la particular y humilde debilidad que sentimos ante unos cuantos elegidos que consiguen ser los mejores en el mundo en su especialidad, exclusivamente debido al  esfuerzo propio y estando dotados simultáneamente de modestia unida al orgullo de representar a su país en un tiempo en que en el mismo se producen unas tensiones inexplicables.

Son unos jóvenes, entre los que podemos citar por su proyección mundial a Nadal, Gasol, Casillas, Fernando Alonso, ayer Marta Domínguez, que tienen por sus logros y por su ejemplaridad, unos efectos benéficos entre la juventud tan necesitada de ejemplos a imitar pues de los otros, de los que les sirven los distintos medios y la sociedad, ya están bien servidos.

Hay que esperar que los primeros ejemplos lleguen a ser más atractivos para la juventud y para la sociedad en general que esos otros que de manera tan abyecta y nauseabunda se producen a diario en las televisiones. Si tienen ganas de vomitar conecten por la tarde con tele 5 o antena 3 y verán a qué niveles de degradación moral estamos llegando, y, que conste, que no somos nada pacatos aunque nuestro estómago sí tiene un límite.

Menos mal que a lo largo del verano se pueden ver retrasmisiones deportivas donde podemos ver el esfuerzo noble de los jóvenes deportistas y no a unas hienas carroñeras-con perdón para las hienas-, de ambos sexos, moviéndose y refocilándose entre los detritus que ellos mismos producen. Qué vergüenza.

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