Monseñor Agustín García Gasco (8)

Si el laicismo defiende la independencia del Estado frente a cualquier confesión religiosa, no debería sentirse tan ofendido porque su Reino no es de este mundo, porque los Estados sean aconfesionales y se dediquen a procurar que las condiciones de vida de los habitantes de este Reino sean lo mejor posible en todos los aspectos, los del cuerpo y del espíritu e incluso el actual Papa , como expresamos ayer, dice que la Iglesia obrará teniendo en cuenta una sana laicidad ya que la religión no es puro sentimiento individual no reducible al ámbito privado al poseer estructuras visibles y comunitarias que están en un territorio físico y por tanto sujetas a la administración del Estado del que recibe bastante financiación, por lo tanto ante esta teoría a la que también se abona monseñor Blázquez, nos parece exagerada la declaración de Agustín García-Gasco, cardenal de Valencia: «La cultura del laicismo radical es un fraude y un engaño. Sólo conduce a la desesperanza. Por el camino del aborto, el divorcio express y las ideologías que pretenden manipular la educación de los jóvenes no se llega a ningún destino digno del hombre y sus derechos. Por ese camino no se respeta la Constitución y nos dirigimos a la disolución de la democracia.- «Los poderes públicos deben proteger y defender la familia, nunca socavar sus fundamentos. El Parlamento Europeo, inspirador de legislaciones sobre la familia, debería tomar buena nota de estas manifestaciones (se refiere a la del domingo 30), expresión de la auténtica cultura europea». «Por ese camino no se respeta la Constitución de 1978, por ese camino nos dirigimos a la disolución de la democracia», advirtió, tajante, mitineramente, el cardenal García Gasco.No vamos a comentar ni un ápice estas declaraciones, o sólo decir que si la democracia por la que aboga es aquella en que el pueblo puede y debe intervenir en los gobiernos a través de los representantes elegidos o la que se practica en el seno de la Iglesia en algunos aspectos, como la igualdad de sexos en el ejercicio del ministerio sacerdotal o la obediencia debida a las jerarquías.

La verdad es que jamás habíamos visto a nadie tan preocupado por la democracia de la que por otra parte, del ejercicicio legítimo de la misma, salen unas leyes que son consideradas por algunos altos miembros de la Iglesia como injustas e inicuas, valga la redundancia.

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