Ahora Eva Casanueva en «Ratones Coloraos»

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Cuando se van a cumplir once meses de la desaparición y asesinato de Marta del Castillo a manos, según una de sus versiones, de Miguel Carcaño, solo o en compañía de otro o de otros, el caso no pierde actualidad como lo demuestra el que todos los días sea recogida su evolución en todos los medios del país, escritos, digitales, radio o televisión y en muchos blogs, entre los que está este que leen y que ha publicado ya sobre Marta del Castillo no menos de sesenta post, según unas cuentas que al parecer me lleva alguien que me acusó de que trataba el tema para llevar visitas al blog sin ninguna otra precisión como pudiera ser alimentar el morbo que el caso produce.

Y a estas alturas creo que debo seguir con el tema hasta el final, hasta que a los miserables que saben la verdad les dé por decir de una vez dónde está enterrado el cuerpo o si lo arrojaron al río o a alguna otra charca o qué hicieron con él, o a la espera de que salga el juicio y la sentencia. Algo que tiene alarmada a la familia de Marta es que poco a poco van saliendo los imputados a la calle, dos de ellos ya lo están.

Ayer le tocó el turno de sentarse ante el gran entrevistador que es Jesús Quintero a Eva Casanueva, la madre de Marta, y como era previsible, salió una entrevista llena de emoción y de sinceridad, aunque en el lugar hubieran estado antes y después personajes como el polémico Rodríguez Ibarra, que llamó muy finamente a Laporta “hijo de perra” o al patético Coto Matamoros, de profesión sus drogas-afirmó haberse puesto en su última estancia en la cárcel de drogas hasta arriba- y sus montajes.

Una entrevista larga que se hizo corta por la intensidad y la verdad que desprendía y con una administración de los tiempos que el Loco maneja como nadie, y de la que hacemos el siguiente extracto de las declaraciones de Eva Casanueva:

«sería capaz de ir a la cárcel a hablar con el asesino confeso, Miguel Carcaño, para pedirle que no nos haga más tortura y que no nos haga sufrir más».

“Carcaño se ha autoincriminado, no ha dicho nunca que es inocente, y hasta ahora  se ha mantenido en eso, aunque puede llegar el día de juicio y  diga que no la mató y que ni se acuerda».

Como madre desesperada hace un llamamiento a uno de los imputados, Samuel, «para que diga la verdad, por qué se está comiendo el  marrón, viendo que Francisco Javier Delgado está en la calle, que  María García no ha pisado prisión, y que el menor conocido como ‘El  Cuco’ está en la calle». «Si él estuvo implicado en la desaparición de mi hija y sabe lo que pasó, que diga la verdad»

Le parece inquietante el menor, El Cuco, «un niño fuerte, porque con 15 años y verse involucrado en esto, no  sé, debería haber aflojado ya», «nadie, por muy inteligente que sea y por mucha psicología que tenga, se podía haber imaginado que estos elementos, con la edad que tienen, pudieran tener  en jaque a una sociedad entera». Y del hermano de Carcaño, Fco Javier: “quiero que se haga Justicia  con los que verdaderamente han estado implicados y no quiero a ningún  inocente en la cárcel, a ninguno», aunque te quedan esas dudas de  que a Francisco Javier, desde la primera noche, no se le percibió intención de colaborar».

Y de la policía: «Siempre hemos mantenido que la Policía habrá hecho su trabajo bien, pero esas 24 horas -las horas posteriores a  la desaparición- no»

Y la reflexión final:»me quedo sin conciliar el  sueño pensando si algún día me enteraré realmente de lo que pasó”, «Después de toda esta trama lo único que quieres es que llegue la verdad en algún momento, que alguno se desmorone, que alguno pierda  esa frialdad que tienen, que han demostrado tener este tiempo, o que  sean valientes porque a lo mejor tienen miedo a algo o a alguien», “como soy creyente y aunque sé que su alma ya no está aquí,  necesito ir a un sitio donde llevarle flores, aunque ya sé que su  cuerpo no va a hablar».

Hay gente, sin embargo, que no participa de esta tragedia, entre los que estarían los que le piden autógrafos a Miguel Carcaño o quienes hacen a la familia llamadas telefónicas «muy desagradables, torturantes, que ahondaban en el dolor, como ‘papá, ayúdame, soy yo’ o ‘nunca volverás a encontrar a tu hija'».

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