A las 13 rosas en el 70 aniversario de su fusilamiento

la carcel de las 13 rosas

homenaje a las 13 rosas

Suponemos que será políticamente correcto traer la noticia del homenaje que se ha tributado hoy en Madrid, en el 70 aniversario de su fusilamiento, a las 13 rosas, trece jóvenes militantes de la organización Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) y del Partido Comunista de España (PCE), que fueron condenadas a muerte por un consejo de guerra. Ambos partidos han defendido la necesidad de recuperar las «voces dormidas» de las personas que dieron su vida por la paz, la libertad y la democracia. Pero curiosamente ambos partidos han asistido por separado y también curiosamente no han asistido el resto de partidos democráticos nacionales, como el PP o el novísimo de Rosa Díez, como si la conmemoración y homenaje a esas jóvenes, algunas niñas, también estuviese contaminado de la lucha política, tan vergonzosa en muchos casos y que saca de los políticos profesionales sus más bajos instintos haciéndolos al mismo tiempo profesionales de la mentira y el cinismo.

La narración sucinta de los hechos la recogemos de El País:

“Tras la victoria del bando franquista en la Guerra Civil, las 13 jóvenes fueron recluidas en la cárcel de Las Ventas junto a otros militantes de sus formaciones políticas. Después del asesinato de un comandante de la Guardia Civil y su hija el 29 de julio de 1939 en Talavera de la Reina, las autoridades sacaron de la cárcel a 56 jóvenes militantes del PCE y las JSU, 43 de ellos varones y las 13 Rosas. El 3 de agosto, un tribunal militar les condenó a muerte por «adhesión a la rebelión», por tratar de recomponer el PCE y las JSU y por atentar contra el «orden social y jurídico de la nueva España».

“El momento más emotivo ha sido cuando Angeles García Madrid, una de las compañeras de celda de una de las rosas, ha relatado las últimas horas de las jóvenes, en las que, todo el mundo, salvo ellas, sabían que iban a morir. Así, ha recordado la última conversación de Virtudes y Julia, dos de las jóvenes asesinadas, en la que la primera le preguntaba a la segunda si pensaba que las iban a matar y ésta le contestó: «No nos van a matar, ¿tú eres tonta?». «Tenían la muerte en la cara», ha comentado García, quien a continuación ha narrado que oyeron cómo una de las jóvenes, al subir a la camioneta que les condujo a la muerte, entonó el himno de la Joven Guardia, que fue seguido por las demás hasta su llegada a la tapia del cementerio en la que fueron ejecutadas.”

“Con este acto se cumple, según Pajín, con «la última voluntad» de Julia, quien antes de morir escribió a su familia: «Que mi nombre no se borre de la historia». «Es un derecho de todos y de todas recuperar y recordar nuestra historia», ha dicho Pajín. La número tres del PSOE ha mostrado su orgullo por haber aprobado la Ley de la Memoria Histórica al declarar su orgullo por «poder recuperar esa memoria y, por tanto, de poder recuperar la dignidad de hombres y mujeres. Ha sido una Ley que ha hecho florecer toda esta historia, que seguiremos rememorando porque un pueblo no puede mirar hacia delante sin mirar hacia el pasado».

De estos hechos salió la película Las trece rosas, de Emilio Martínez Lázaro, con el siguiente argumento:

“El 3 de agosto de 1939 fueron juzgadas, por procedimiento sumarísimo, a puerta cerrada, acusadas de pertenecer a las JSU y de repartir pasquines poco antes de la entrada de las tropas franquistas en Madrid, en marzo de ese mismo año. En el juicio se les condenó a morir en un plazo de setenta y dos horas; antes de cumplirse el plazo, el 5 de agosto, fueron fusiladas. Tenían entre 16 y 29 años. En aquellos días la mayoría de edad estaba fijada a los 21 años, siete de las trece eran menores. Desde entonces, se les conoce como las Trece Rosas.

Habían pedido morir junto a otras/os compañeros/as que iban a ser fusilados/as ese día, pero sus verdugos/as no accedieron a concederles ese último deseo.
Las jóvenes, dando prueba de una serenidad admirable, distribuyeron sus pertenencias entre las reclusas, tuvieron el valor de lavarse y peinarse, se pusieron sus más bonitos vestidos y esperaron con firmeza y sangre fría que vinieran a conducirlas a la capilla. Ya en capilla, les autorizaron a escribir una carta a sus familiares, y cada cual empezó a componer aquel recuerdo que hablaría de la monstruosa injusticia cometida.

Consolaron a las otras reclusas que lloraban, asegurando que se sentían felices de dar su vida por una causa justa. Cuando vinieron sus verdugos las trece salieron gritando «VIVA LA REPÚBLICA».

 

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