La igualdad de las mujeres no se consigue con cuotas

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aido y pajin

Es algo que parece de sentido común: las matemáticas o la burocratización excesiva no pueden resolver los problemas de las diferencias de género. ¿Por qué en una empresa o en cualquier otra actividad los cuadros directivos tienen que tener el 50 % de mujeres?, ¿y si merecen estar el 83 %?, ¿o el 3%? Esa misma lógica debería aplicarse, para ser igualitarios, con el varón. Las capacidades del ser humano no dependen de los órganos sexuales de cada persona, aunque por razones culturales, o religiosas, o misteriosas,  la experiencia dice lo contrario. ¿Para cuándo una Papisa? La Madre Iglesia, a pesar de tener nombre femenino está gobernada férreamente por varones y no parece Ratzinger el llamado a hacer el cambio.

Por tanto ni un sistema de cuotas ni todos los ministerios que nos saquemos de la manga pueden arreglar las diferencias entre las personas por razones de sexo sino las políticas educativas, de concienciación, del estímulo de la autorregulación y finalmente el castigo de los abusadores laborales.

Y un ejemplo de lo que decimos es que, a pesar de que España es el único país europeo dotado de un Ministerio de Igualdad, estamos situados a la cabeza de la discriminación de la mujer, deberíase por tanto exigir a los poderes públicos el reembolso de todos los millones de euros que nos hemos gastado en su funcionamiento ya que España está muy lejos de aprobar la asignatura de la Igualdad:  Eurobarómetro dice que el 71% de los españoles opina que las diferencias de género están extendidas, lo que nos coloca como el segundo Estado miembro con mayor percepción de la desigualdad, sólo por detrás de Francia, estando media europea en el 62% de la ciudadanía.

En resumen, el flamante ministerio zapateril dirigido por la más joven miembra que jamás tuvo el Reino de España no ha podido evitar que las mujeres sigan cobrando menos que los hombres por el mismo trabajo, que desempeñen menos puestos de alta responsabilidad que los hombres, que tengan importantes dificultades para conciliar la vida laboral y familiar o que aumente el maltrato psicológico, coercitivo y constante tanto en el hogar, como en el trabajo («mobbing»), o en el colegio («bullyng»), sólo puede ser calificada de fracaso, con la guinda de que las cifras de violencia de género se mantienen inalteradas.

A la vista del negacionismo imperante ante el Ministerio de Igualdad Zapatero se ha visto hoy obligado a intervenir hoy mismo para «sostenello y no enmendallo»: «Aído ha soportado mucho de forma injusta»

 

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